La vía reticulada es un tipo de vía ferroviaria en la que los carriles se colocan sobre soportes longitudinales equipados con conectores transversales, que sirven para mantener la separación entre ambos.
La vía de tipo reticulado también se ha utilizado históricamente en puentes sin balasto y en situaciones que requieren un buen drenaje o facilidad de mantenimiento, como las estaciones.
También se descubrió que causaba problemas con el deslizamiento de las ruedas en las pendientes, y que era notablemente inferior a la vía con durmientes transversales en términos de tracción.
[4] De hecho, ya no quedaba ningún trayecto con vía longitudinalmente apoyada en 1860.
La investigación sobre durmientes longitudinales se retomó en Japón, Rusia y Francia a mediados del siglo XX.
[1] A finales del siglo XX, el interés en este tipo de vías aumentó debido a su potencial para ferrocarriles de menor costo y menor mantenimiento, así como a su presunta mayor estabilidad para mantener la geometría de las vías.
Se ha diseñado una versión para una carga por eje de 34 toneladas, que permite usar carriles más ligeros que las vías con traviesas convencionales, reduciéndose además los costes de mantenimiento del balasto.
Los carriles se sujetan mediante sistemas de fijación convencionales espaciados a intervalos regulares.