[3] Los territorios búlgaros de San Stefano quedaron repartidos en tres unidades: el principado autónomo, Rumelia con su gobernador cristiano aprobado por las grandes potencias y también autónomo, y Macedonia, que se mantenía plenamente incorporada al imperio.
[4] La provincia otomana de Bosnia-Herzegovina y el sanjacado de Novi Pazar cayeron bajo ocupación militar austro-húngara, aunque formalmente todavía pertenecían al Imperio otomano.
[4] Las fronteras trazadas en el tratado permanecieron casi sin cambios hasta las guerras balcánicas de 1912-1913.
Los territorios balcánicos quedaron defraudados por el tratado, que no satisfizo sus ansias territoriales.
[5] También supuso la vuelta del Reino Unido a la política continental tras los años de aislamiento del gobierno de William Gladstone.