En 1851, tras la muerte del intrigante obispo y príncipe Pedro II de Montenegro, que había participado en las infructuosas maquinaciones antiotomanas de los Gobiernos conservadores serbios, ascendió al trono del obispado su sobrino, Danilo.
[1] Por entonces Montenegro seguía siendo una tierra minúscula, habitada por unas ciento treinta mil personas, organizadas en una treintena de clanes.
[4][6] La contienda permitió asimismo la ampliación del principado hacia el norte, en torno a Grahovo.
[10] El nuevo país estaba casi rodeado por territorio del Imperio austrohúngaro que, además, había quedado encargado por las potencias de vigilar las reducidas costas montenegrinas para evitar que llegasen a ellas buques de guerra, posibilidad prohibida en Berlín.
[11] Pese a la influencia austrohúngara, el Gobierno siguió recibiendo subsidios rusos, que le permitieron extender la enseñanza primaria y reducir el analfabetismo masculino al 50 % en 1900.
[18] El gesto fue esencialmente una manera de mejorar su imagen en el extranjero y atraer inversiones.
[8] Estas dos últimas le otorgaron además una salida al mar Adriático y eran los únicos puertos destacables del país.
[26] Abundaban también relativamente los frutales y de las ciruelas se fabricaba el licor tradicional montenegrino, el slivovitz.
[26] Pese a ello, surgió una pequeña clase obrera nacional y las primeras huelgas —de ferroviarios e impresores— acontecieron en 1906.
[26] El principal socio comercial de Montenegro era la vecina Austria-Hungría, más avanzada económicamente y con la que mantenía tensas relaciones.
[11] Las ciudades dálmatas austrohúngaras eran el principal mercado del ganado montenegrino —en especial, Budva y Kotor—.
[27] El déficit estatal era crónico y se compensaba con préstamos o donativos extranjeros.
[27] La pobreza del país, la falta de industria, la superpoblación rural y la falta de empleo impulsaron la emigración: tan solo en 1905, seis mil setecientos montenegrinos abandonaron el país, la mayoría con rumbo a América del norte.
[26] Se calcula que unos treinta mil inmigrantes montenegrinos residían en los Estados Unidos en vísperas de la Primera Guerra Mundial.
[26] Paradójicamente, esto minó el sistema político montenegrino, que muchos estudiantes consideraban anticuado y autocrático tras su estancia en el extranjero, a menudo en Serbia.