Tomás Olivar

En los años cuarenta destacaban nombres como Garcianguera –quién más tarde será su maestro-, Ceferino Olivé, Joan B.

Pese a su predilección infantil por la pintura, no será hasta el año 1947 cuando tenía 16 años que sus inquietudes tomaron base teórica.

Una vez finalizados sus estudios que le permitieron, en primera instancia, superar las dificultades de la técnica, su obra vio la luz.

El año 1960 fue un año lleno de alegría, Olivar contraía matrimonio en Zaragoza, y presentaba su primera exposición individual en el Centro Mercantil de esa misma ciudad, en la que por primera vez expuso su famoso y sobrecogedor Cristo patético,[4]​ bien diferente a lo que la gente estaba acostumbrada a ver.

Sin duda alguna, el viaje a la capital francesa supuso un peregrinaje lleno de experiencias y conocimientos que le llevaron a visitar los principales museos de la ciudad, donde quedó perplejo tanto por sus infraestructuras como por sus exposiciones permanentes.

Olivar tiene una predilección por el paisaje, ofreciendo a cada cuadro una visión directa y diferente de la naturaleza.

El mismo definía su pintura dentro del neorrealismo diciendo que era conservadora, colorista, mediterránea y catalana.

De ese modo, entre estos premios o reconocimientos, destacaremos los más importantes, ya que, en cierto modo, la lista se haría inacabable: Su participación en estos concursos agilizó su carrera artística lo que supuso una gira por muchos lugares del panorama estatal, así como unas pequeñas muestras en varias ciudades alemanas a finales de siglo.

[7]​ Las ciudades que vieron la luz de su obra fueron: Tergensel, Baviera, Murnau, Bad Tölz y Garmisch.

Fue especial porque Tomás Olivar volvía a exponer en su casa, en el patio del Palacio de la Diputación.

Durante una exposición en el Instituto de Estudios Ilerdenses aprovechó para introducir un nuevo concepto en la gestión del mercado artístico al que llamó:"trueque-market".

Encorajado siempre por una ilusión que le ha acompañado toda la vida, Tomás Olivar decidió emprender esta práctica con la única intención de acercarse a la gente.

De modo que ya no era tan complicado acceder al Arte y a su mercado.

Hoy en día aun es escenario habitual de los domingos que retornan al paseante a la Tarragona más medieval.

Juntamente con Gonzalo Lindín, Jordi Ramos, Pascual Fort, Enric Pinet, Josep Burdeus, Jordi Secall, Lluís Saumells y Garcianguera crearon un espacio donde los artistas pudieran exponer y donde se organizaban diversos actos culturales.

Su técnica es muy original, el artista dibuja con palillos, la cual cosa aún añade más valor a la obra.