Café Gijón

[2]​ El éxito del negocio en los primeros años era precisamente que Recoletos era un lugar de paseo habitual en verano.

[1]​ Gumersindo se retiró a su tierra natal una vez realizada la operación de venta del local.

[8]​ Sin embargo, se continuaron abriendo nuevos establecimientos, como el Café Teide, a pocos metros del Gijón y otros que ya en Cibeles llegaron a hacerle competencia como, a partir de 1931, el Café Lion y la Cervecería Correos, ambos en la calle de Alcalá, junto al Palacio de Linares.

A uno de ellos le tocó la lotería y posteriormente se arruinó; otro fue un torero fracasado.

[9]​ En el entorno comercial del Gijón, Encarnación llevaba los dos locales con la ayuda de sus hijos.

Cuando las tropas franquistas entraron en Madrid, el Café Gijón era un local de aspecto desolado, que pronto se recuperó ofreciendo comidas a los oficiales del ejército vencedor.

Empezaron a aparecer en el Gijón tertulianos famosos como Eugenio d'Ors y Enrique Jardiel Poncela, habitual del Café Castilla.

Los tertulianos del Café eran artistas y escritores que poseían un alineación con el régimen algo dudosa.

En esa época Encarnación, ya anciana, cedía su labor de liderazgo a su hija Joaquina.

Afectó, no obstante, a parte del mobiliario lo suficiente como para cerrar y ventilar durante una semana, mientras se achicaban las aguas.

Otros negocios cercanos, como Casa Emilio, cerraron, mientras que el Gijón se salvó por la diligencia de un empleado avisando a las autoridades.

Otros solicitaban agua o bicarbonato, artículos gratuitos, de los que con gracia y consuelo decían: «Algo alimentará».

A pesar de todo ello, el Café permanecía lleno la mayor parte del tiempo y era difícil sentarse.

[10]​ César González-Ruano, eterno tertuliano en el Café, y Camilo José Cela eran los asistentes asiduos durante aquellos tiempos.

Las ideologías políticas estaban mezcladas en una microsociedad que se establecía en el Café de los años sesenta.

En esta época de mediados del siglo XX, en el periodo de posguerra, los tertulianos y habituales convencieron a Encarnación para que reformase el local debido a la imagen destartalada que ofrecía.

La reforma hizo que se cambiasen las lámparas de gas por iluminación eléctrica, más moderna.

Eran pocas las tertulias en esa época, aunque cabe destacar la de «los poetas» del Café Varela, en la calle Preciados, o la de los «novelistas y poetas sociales» del Café Pelayo, esquina Menéndez Pelayo y Alcalá, a la que acudían Gabriel Celaya, Juan García Hortelano, Ángel González, José Manuel Caballero Bonald y Armando López Salinas.

Escenas rodadas en el café Gijón aparecen en la película Los ojos dejan huellas de 1952.

En el año 1963 se procedió a realizar la tercera reforma del local, y esta vez se encargó del proyecto el arquitecto Francisco Iza y la colaboración del escultor José Luis Alonso Coomonte que ha dejado su impronta en el magnífico tratamiento de la madera y su adaptación a un espacio tan complejo.

Fachada de madera del Café Gijón.
Escena recreada en el museo de cera de Madrid sobre un café de la época.