No fue una evolución sin dificultad debido a la prohibición bíblica de hacer imágenes,[1] interpretada a veces en sentido estricto o bien porque al representar temas cristianos, los fieles serían fácilmente reconocidos y esto los ponía en peligro en tiempos de persecución.
Sin embargo, ya en las cartas de san Pablo existen paralelismos y menciones a Adán que hacen ver que existía una asociación fácilmente realizable entre Adán y Cristo (cf.
La representación de escenas bucólicas, especialmente pastoriles era una constante en los cementerios romanos antiguos.
Así, algunos creen que el sentido dado a la imagen del pastor en los cementerios cristianos era el de la persona encargada de llevar al fallecido al más allá, así como hacía –según la mitología romana– Hércules psicopompo con las almas.
Diversos elementos se añaden a la representación del pastor con simbologías diversas: el rótulo que indica su condición de maestro, el pastoral o báculo (usado hasta hoy por los obispos católicos) que indica su autoridad, etc.
Las representaciones tomadas del libro de Jonás son bastante frecuentes en el arte paleocristiano tanto en contexto funerario como bautismal.
Evidentemente son imágenes del período en que las persecuciones habían amainado y no resultaba peligroso representar temas bíblicos.
También se le relacionaba con otros personajes que habían sido salvados de las aguas como Moisés y Noé.
Además, dado que Jonás había pasado tres días en el vientre de la ballena, que Jesús había comentado este hecho para compararlo con su resurrección, el bautismo en los primeros años del cristianismo se hacía con una triple inmersión en el agua que simbolizaba estos tres días e identificaba ese sacramento con la resurrección del creyente.
Evidentemente se trata de una aproximación, pues Jonás rechazó al inicio cumplir el encargo que Dios le hacía:
Las representaciones romanas del período, la primera en las Catacumbas de San Calixto, presentan el momento posterior: Isaac ya se ha salvado y ambos, con Abraham, están en posición orante y dando gracias.
Aparece ya el ángel que menciona la Biblia aunque no se abandona del todo la presencia de la mano divina.
[22][23] Pero también elementos propios del episodio como el hecho de que la comida para Daniel venga «del cielo», como el pan eucarístico: por ello, se suele mostrar a Habacuc llevando a Daniel un pan con una cruz, de manera que quede clara la simbología cristiana de todo el pasaje.
La primera escena es común a inicio del siglo III, precisamente cuando los emperadores exigían culto religioso hacia sus personas.
Se les muestra negándose siquiera a mirar la estatua que se les pedía adorar y en paralelo, la escena de la adoración de los magos, como para mostrar más claramente el contraste.
[25] Cuando los tres jóvenes son representados en el horno, siempre en posición de orante, se muestran más bien como mártires que confían.
El texto menciona un cuarto personaje que aparece junto a los tres jóvenes dentro del horno.
Todo el episodio fue usado en las liturgias de Pascua –por su relación con la resurrección[26]– y del bautismo:
[28] Otro elemento tomado de la narración bíblica es que del diluvio se habrían salvado 8 personas:
El arca se identificó con la cruz de muchas y curiosas formas.
Por ejemplo, dado que se dice que el arca medía 300 codos de largo, y 300 se expresa en griego por la letra tau: La tau tiene forma de cruz, etc.[29] Es mucho más clara y directa la alegoría del diluvio como símbolo del bautismo, imagen que ya se empleó en la Primera epístola de Pedro: