Una temperatura ambiente alta, ejercicio físico intenso, el exceso de peso corporal o incluso comer alimentos picantes, pueden aumentar la sudoración.
En ocasiones la sudoración excesiva y los sudores fríos pueden ser síntomas, habitualmente junto con otros como la fiebre, de alguna enfermedad vírica —como la gripe—, de alguna enfermedad infecciosa o patologías más graves como la leucemia linfática crónica.
Esta alteración suele iniciarse en la infancia o la pubertad y normalmente dura toda la vida.
Se puede distinguir «hiperhidrosis primaria» e «hiperhidrosis secundaria»: la primera puede iniciarse en cualquier momento de la vida; la segunda, puede deberse a trastornos de la glándula tiroidea o pituitaria, diabetes mellitus, tumores, menopausia o ciertos fármacos.
Sin embargo, a menudo puede causar estrés emocional, debido al rechazo laboral, social y personal que pueden experimentar quienes la padecen.