Sublime

"Nada hay tan sublime como una pasión noble, en el momento oportuno, que respira entusiasmo como consecuencia de una locura y una inspiración especiales y que convierte a las palabras en algo divino" (8.4).

Siguiendo la tradicional oposición retórica virtud/vicio, explica Longino cómo "lo sublime reside en la elevación, la amplificación en la abundancia" (15.12, ed.

Esta tradición conduce, en términos retóricos pero asimismo de proyección estética, a san Agustín, donde se cristianiza.

[2]​ El tratado de Longino Sobre lo sublime y el concepto mismo permanecieron escasamente identificados durante la Edad Media.

La difundida versión de Boileau no es técnicamente relevante ni de especial comprensión del concepto, si bien contribuye a difundir un concepto retórico que “eleva, rapta, transporta” y se dirige al sentimiento más que a la razón.

Durante este periodo todavía había quien consideraba De lo sublime una obra demasiado primitiva como para ser aceptable por el civilizado hombre moderno.

La imaginación se ve así arrastrada a un estado de horror hacia lo "oscuro, incierto y confuso".

[5]​ Immanuel Kant publicó en 1764 el breve Beobachtungen über das Gefühl des Schönen und Erhabenen ("Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime"), solo verdaderamente desarrollado más tarde en su Crítica del Juicio (1790).

Kant distinguió un sublime “matemático” (del intelecto) y otro “dinámico” (de los sentidos) o del poder; el matemático se opone a la comprensión, mientras que el dinámico puede amenazar nuestra integridad física (por ejemplo, una tormenta de mar).

El concepto se incorporó a la cultura artística prerromántica y romántica desde sus orígenes, tanto en Reino Unido como en Alemania.

Johann Christoph Friedrich Schiller, tras Kant el más importante pensador de esta categoría, compuso, entre otros elementos importantes relativos al concepto, dos ensayos fundamentales (De lo sublime, 1793, y Sobre lo sublime, 1801).

Por su parte, Hegel, que acepta la base kantiana, sin embargo historiza y traslada lo sublime al mundo originario del arte simbólico anterior a la cultura clásica griega.

El antihegeliano Arthur Schopenhauer hizo una lista de las etapas intermedias desde lo bello hasta lo más sublime en su El mundo como voluntad y representación (capítulo 39).

Las fases entre uno y otro sentimiento serían por tanto las siguientes: Si el prerromanticismo había sido temprano en algunos países, sobre todo en Inglaterra, el romanticismo, fuera de Alemania fue en distinto grado un fenómeno de expansión más tardía.

A comienzos del siglo XX, el neokantiano alemán Max Dessoir, que fundó la revista Zeitschrift für Ästhetik und allgemeine Kunstwissenschaft, publicó su Ästhetik und allgemeine Kunstwissenschaft, en la que distinguía cinco formas estéticas básicas: lo bello, lo sublime, lo trágico, lo feo y lo cómico.

Fue relevantemente tratado por un buen número de pensadores, entre los cuales cabría recordar a George Santayana y Nicolai Hartmann.

En la obra del teórico posmoderno Jean-François Lyotard, lo sublime apunta a una aporía de la razón: indica el límite de nuestras capacidades conceptuales y revela la multiplicidad e inestabilidad del mundo postmoderno.

También otorgaron un nuevo enfoque a lo oscuro, lo tenebroso, lo irracional, que para los románticos era tan válido como lo racional y luminoso.

El nuevo gusto romántico tuvo especial predilección por la ruina, por lugares que expresan imperfección, desgarramiento, pero a la vez evocan un espacio espiritual, de recogimiento interior.

El paisaje romántico cobró predilección por la naturaleza grandiosa: grandes cielos y mares, grandes cumbres montañosas, desiertos, glaciares, volcanes, así como por las ruinas, los ambientes nocturnos o tormentosos, las cascadas, los puentes sobre ríos, etc.

Sin embargo, no solo el mundo de los sentidos proporciona una visión sublime, también existe una sublimidad moral, presente en acciones heroicas, en los grandes actos civiles, políticos o religiosos, como se podrá ver en las representaciones de la Revolución francesa.

Su estilo era imaginativo, monumental, esquemático, con cierto aire manierista influido por Miguel Ángel, Pontormo, Rosso Fiorentino, Parmigianino y Domenico Beccafumi.

Cabe destacar los profundos experimentos realizados por Turner sobre cromatismo y luminosidad, que otorgaron a sus obras un aspecto de gran realismo visual.

El caminante sobre el mar de nubes (1818), de Caspar David Friedrich , representación prototípica de lo sublime.
El puente del Demonio en Schöllenen (1777), de Caspar Wolf .
Incendio de Roma (1787), de Hubert Robert .
La pesadilla (1781), de Johann Heinrich Füssli , muestra de lo sublime patético, del sentimiento sobrecogedor de lo terrorífico.
Soñador (Ruinas de un monasterio en el Oybin) (1835), de Caspar David Friedrich .