Sinforiano López

Según cuenta Díaz Otero, ese día se congregó un inmenso gentío, mujeres y niños incluidos, en la Plaza de la Harina, donde se encontraba el palacio de Capitanía,[1]​ en el que estaba el capitán general Filangieri con un buen número de oficiales del ejército y caballeros de la Real Audiencia.Ante el aumento de los gritos y las protestas, bajó el gobernador militar de la plaza, general Alcedo, a conferenciar con los congregados, que pidieron que ondease la bandera, tal y como era costumbre, y que se dispararan las salvas de rigor, cosas ambas a las que se accedió, y con eso se logró apaciguar momentáneamente el tumulto.A continuación, asaltaron el Parque de Artillería, llevándose los fusiles allí existentes.Más tarde, sacaron en procesión un retrato de Fernando VII, retirándose después a sus casas sin otros incidentes.[2]​ Siforiano estaba en contacto, entre otros, con el Padre Conde (Cristóbal Conde García), vicario del convento de Santa Clara en Santiago y confesor del arzobispo-señor Múzquiz, que lo había mandado La Coruña con el objeto de seguir de cerca el rumbo que tomaban los acontecimientos (el arzobispo Múzquiz era hombre de Godoy y, posiblemente, dudaba del partido que debería tomar).En 1820, con la vuelta del liberalismo, Sinforiano López fue, en palabras de Meijide Pardo, mitificado, es decir, se convirtió en un símbolo de las aspiraciones gallegas a la libertad.Entre otros escritos panegíricos, destaca la Oración fúnebre que le dedicó en 1821 Antonio Benito Fandiño:
Calle Sinforiano López en La Coruña .