Para Rubén Darío fue «un cuentista muy original»,[1] con Segundo Serrano Poncela considerándolo años más tarde «un raro».
[4] Su primera obra, El año triste (1880), originó un gran impacto en el ambiente literario y fue considerada como una de las publicaciones más importantes de ese año.
Otros título incluyen Cuentecitos sin importancia (1888), Cuentos políticos (1890), la novela autobiográfica Desde la quilla hasta el tope (1891) y Antropocultura.
Quizá sea esta última la obra más importante de su producción y en la que mejor reflejó su pensamiento.
Como gesto de agradecimiento a los autores que le admiraban, escribió Cuentos para mis amigos (1892), relato corto que destaca por su comicidad.