Es un proceso degenerativo programado genéticamente en el que se producen cambios en la estructura celular, el metabolismo y la expresión génica, los cuales conducen irreversiblemente a la degradación y muerte de la hoja.
Estos cambios son inducidos tanto por el estrés como por causas relacionadas con la edad biológica.
En cuanto a los factores endógenos, el proceso está regulado con fitohormonas, concretamente citoquininas, por ejemplo las de tipo isoprenoide como la zeatina, la dihidrozeatina o la isopenteniladenina.
Así, viajan por el floema o el xilema en función de la situación del órgano receptor.
[2] Algunas plantas dejan caer hojas y frutos en respuesta a cambios estacionales basados en temperaturas, fotoperíodo, agua u otras condiciones ambientales.
Durante la temporada de crecimiento, las hojas y frutos jóvenes producen altos niveles de auxina, lo que bloquea la actividad del etileno, por lo que permanecen adheridos al tallo.
La zona de abscisión se forma en la base del peciolo, donde para poder separarse las células deben degradar su pared celular y la lámina media mediante celulasas y enzimas hidrolíticas.