El siglo XIX se inicia con la destrucción de este cenobio franciscano, que fue reconstruido por la Venerable Orden Tercera y la Cofradía del Carmen, ambas con sede en dicho convento.
La cual cuenta con 4 tallas, es de las pocos tronos que es cargados por 5 hombre por delante y otros 5 por detrás.
La imagen asciende por la calle Calvario, siguiendo por la Carrera del Escultor Fernando Estévez e Inocencio García hasta su llegada a la Parroquia Matriz, donde se realiza la Solemne Eucaristía del Domingo de Ramos.
Hace unos años existía la Hermandad de la Borriquita, formada por niños que acompañaban con palmas a la imagen por su trayecto.
Una vez finalizada la Eucaristía, desde el Templo Matriz salen dos imágenes en procesión: La Magdalena Penitente, obra del escultor grancanario José Luján Pérez y el Señor Predicador, realizado en 1667 por Blas García Ravelo, discípulo de Martín de Andújar.
Llegó a tener cofradía propia,[5] también procesionaba con San Juan y la Magdalena hasta 1954.
El Cristo, anónimo del siglo XVII, fue donado al convento agustino por el regidor Nicolás Ventura de Valcárcel y Lugo y representa una iconografía muy típica en las islas, posiblemente de origen flamenco.
La visita de los monumentos es algo tradicional en la madrugada, que están repartidos entre las diferentes iglesias del Casco Histórico.
Representa a un escritor solitario, que porta en su mano derecha una pluma de plata, y en la otra, un pergamino.
Sus cofrades visten una túnica blanca con fajín y capa de color violeta.
Una procesión que impresionó al viajero y arquitecto francés Adolphe Coquet en 1882, donde en Una Excursión a las Islas Canarias destacó "Los hombres llevan trajes oscuros en señal de duelo y las mujeres se envuelven en grandes velos negros".
Destaca su peluca de cabello natural, que cae en tirabuzones hasta la cintura.
Le sigue la talla de San Juan Evangelista, conocido popularmente como "El Enamorado" por levantar la vista a los balcones donde se asomaban las jóvenes para ver pasar la procesiones de Semana Santa.
Se trata de una obra del escultor Fernando Estévez, una talla completa realizada a tamaño natural, vestida con telas naturales, donde el escultor se centró, sobre todo, en la cabeza y los pies.
Sin duda, una de las mejores esculturas hispalenses en Canarias,[2] donada al templo parroquial por el canónigo D. Francisco Leonardo Guerra en 1689.
Junto con ellas, la Venerable Esclavitud del Santísimo Cristo a la columna, fundada en 1758, organizan la procesión, que antiguamente discurría, como muchas otras, hasta la calle Viera y entraba en el convento de San Nicolás, realizando posteriormente estación en la Parroquia de la Concepción.
[8] Considerado como "imagen prodigiosísima" o "El Diamante", nombres que se le dieron desde su llegada, el Santísimo Cristo está catalogado como "obra excelsa y espléndida de Roldán y la más bella escultura barroca existente en Canarias"[7] Tras el Via Crucis que tiene lugar en la parroquia de Santo Domingo de Guzmán.
EL cortejo procesional lo componen cinco imágenes: La Verónica, Santa María Magdalena y San Juan son imágenes de candelero del siglo XVIII, reformadas por Cayetano Fuentes Acosta (1818-1863) en el siglo XIX.
La bella imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno es obra del imaginero José Rodríguez de La Oliva del siglo XVIII, que representa a Jesús cargando con la cruz acompañado por el Cirineo.
Acto seguido, desciende por la calle Colegio San Juan Evangelista, para realizar su popular carrera para avisar a la Virgen.
Del Santuario procesionan los cinco tronos hasta la Parroquia Matriz de la Concepción.
Los Santos varones Nicodemo y José de Arimatea son los primeros, ambas son imágenes de candelero del siglo XIX atribuidas al artista palmero Aurelio Carmona López.
Les sigue la talla de Santa María Magdalena, atribuida a Nicolás Perdigón Oramas y San Juan Evangelista, ánonimo, ambas del siglo XIX.
Las mismas que procesionan junto al Señor de la Columna en la noche del Jueves Santo.
Ambas ceremonias son presenciadas por numerosos fieles, los cuales desbordan la capacidad del templo.
La talla es la misma que procesiona momentos antes acompañando al Cristo difunto en su largo caminar por las adoquinadas calles de la Villa.
Fue realizada por el escultor Fernando Estévez en 1816, por encargo del arquitecto José de Betancourt y Castro,[12] para sustituir a una esfigie anterior que se encontraba muy deteriorada.
[11] La procesión, al igual que la del Retiro, se desarrolla en completo silencio, con un gran recogimiento y a oscuras, iluminando el recorrido un gran número de cirios encendidos que acompañan a la Virgen en su solitario caminar.
La sagrada hostia es portada bajo palio en la elegante custodia gótica manuelina de plata sobredorada y pedrería, realizada hacia 1520 y atribuida a los talleres portugueses de orfebrería.
[18] El cortejo procesional, en el que participan todas las cofradías de la parroquia, discurre por la Plaza Patricio García, la calle Colegio, la Carrera del escultor Fernando Estévez, y las calles Tomás Zerolo e Inocencio García.