[3] El relato descrito concuerda por otro lado con la doctrina expuesta en el Segundo Concilio de Nicea en 787, donde se abogó porque los iconos no fuesen tan solo un elemento decorativo y porque no quedasen reducidos únicamente a lo estético; se denfendió que su papel debía ser religioso y su función la de guiar la mirada del devoto desde la mera imagen hasta el prototipo, quedando plasmado el fervor de Santa Teresa por las representaciones artísticas en el siguiente texto de su obra El libro de la vida: «Quisiera yo siempre traer delante de los ojos su retrato e imagen, ya que no podía traerle tan esculpido en mi alma como yo quisiera».
Toda la tragedia, como es habitual en el escultor, se refugia en la cabeza, de tremendo dramatismo».
Los músculos se hallan muy marcados y puede apreciarse tensión en los brazos, las manos (sobre todo la derecha) y el torso, en cuya caja torácica se dibujan las costillas, mientras que las piernas poseen un grado de detalle algo menor, destacando en particular la musculatura de los muslos y el contrapposto originado por el adelantamiento de la pierna izquierda.
Durante la celebración de un oficio religioso una persona accedió a la Capilla del Nacimiento y procedió a arrancar la extremidad para robar las joyas allí depositadas, consistentes en anillos de escaso valor.
La mano sería finalmente depositada, en presencia del prior de los Carmelitas Descalzos, en un estuche en cuyo interior se halla un pergamino con el siguiente mensaje:[18]
[17] El proceso comenzó con la bajada de las tallas de sus respectivos retablos por cofrades autorizados, tras lo cual se procedió a digitalizarlas mediante el uso de dos escáneres: Minolta Vivid (con software 3D) para las formas globales y Faro ScanArm para zonas detalladas como el rostro y las manos (los principales programas empleados fueron RapidForm, Geomagic, Scene, Reconstructor, Meshlab y Cimatron).
El primer paso consistió en la división de los modelos 3D en fragmentos mecanizables: la imagen de Santa Teresa fue dividida en cuatro partes (torso con cabeza, ambas manos por separado y las piernas) y la de Cristo atado a la columna en cinco (torso con cabeza, brazo derecho, brazo izquierdo, piernas y paño).
La última fase del proceso consistió en la policromía, ejecutada con técnicas tradicionales para dotar a la pieza de la mayor fidelidad posible.