Insurrección anarquista de diciembre de 1933
Aún no se había constituido el nuevo gobierno, cuando estalló la tercera insurrección anarquista de la historia de la República, y como las dos anteriores del primer bienio también resultó un completo fracaso.El mismo día en que se abrieron las nuevas Cortes, el 8 de diciembre, el gobernador civil de Zaragoza —Elviro Ordiales— ordenó cerrar los locales de la CNT como medida preventiva y desplegar las fuerzas de orden público por las calles, pero eso no evitó que por la tarde de ese mismo día y durante los seis siguientes los tiroteos y los enfrentamientos entre policías y revolucionarios que querían implantar el Comunismo Libertario se extendieran, en una ciudad paralizada por la huelga, muriendo doce personas solamente el primer día.El día 14 fue declarado el Estado de Guerra e intervino el Ejército para restablecer el orden, mientras guardias de asalto conducían los tranvías, escoltados por los soldados.[4] El gobierno republicano lo deporta como preso preventivo junto a otros anarcosindicalistas a Guinea Ecuatorial y Canarias, en el barco mercante Buenos Aires.Los dirigentes sindicalistas más moderados que habían sido expulsados de la CNT, como Juan Peiró de la Federación Sindicalista Libertaria, culparon del desastre a la facción más radical del anarcosindicalismo, la FAI, cuyos integrantes había dominado el «comité revolucionario» de la insurrección.