Posteriormente, el ejército en retirada debía girar y encarar sorpresivamente a un enemigo[1] que habría perdido la cohesión de sus unidades al perseguirlo.
[2] Sun Tzu, en su tratado El arte de la guerra, afirmaba sobre las maniobras: «Cuando pretenda huir [el enemigo], no lo persigas».
[4] La táctica no requería que todo el ejército enemigo cayera en la trampa, podía ser desmoralizante al aniquilar sólo la vanguardia.
Era muy útil contra enemigos establecidos en fuertes posiciones defensivas, pues se los tentaba con una aparente fácil victoria.
[10] Sin embargo, si el persecutor presionaba demasiado o el perseguido consistía de tropas indisciplinadas, la retirada podía volverse real al no mantener la cohesión.
[27] En otra ocasión, el jefe godo Cniva saqueó las provincias del río Danubio[28] y en su camino de retorno con el botín fue perseguido por el emperador Decio.
[31] Cuando el Gran ejército pagano danés invadió Northumbria, los reyes rivales Aelle y Osberth unieron sus fuerzas para presentar batalla.
Los cristianos les persiguieron, rompiendo filas y dispersándose hasta que sus caballos se agotaron por el peso de las armaduras.
En cierto momento, los mongoles dieron media vuelta y los atacaron, mientras un destacamento oculto al mando de Yebe sorprendió a los cristianos por la retaguardia.
[37] Por esto, Carpine afirmaba: «Incluso si los tártaros se retiran, nuestros hombres no deben separarse ni dividirse, ya que los tártaros pretenden retirarse para dividir el ejército, para luego poder venir sin obstáculos ni obstáculos y destruir toda la tierra».
[39] Aunque también la sufrieron, como a manos de los búlgaros del Volga en Kernek,[40] los mamelucos egipcios en Ain Yalut o los rusos en Kulikovo.
Subotai organizó una retaguardia que atrajo a un lugar designado donde lo esperaba Yebe con el grueso de la tropa.
[44] Posteriormente, el Imperio otomano aplicó la táctica contra los austríacos, por lo que el príncipe Eugenio de Saboya desconfiaba al verlos retirarse.
Los infantes realistas lograron formar un cuadro y resistir hasta la noche mientras su caballería los abandonaba, salvándose de un desastre total.
[49] Durante las guerras civiles argentinas el exitoso caudillo riojano Juan Facundo Quiroga solía cargar con sus gauchos contra sus enemigos para después retirarse, tentándolos a perseguirlo.