Rescate de los judíos daneses

Los funcionarios daneses insistieron a los nazis durante los primeros años de ocupación en que no existía un “problema judío” en Dinamarca.

La agricultura danesa era una gran proveedora del Reich, suministrándole mantequilla y carne para 3.6 millones de personas en 1942.

Poco después un grupo atentó con bombas incendiarias y armas automáticas en la Gran Sinagoga de Copenhague.

Las autoridades alemanas interpretaron el castigo danés a los crímenes antisemitas como una señal de que no serían bien recibidas medidas contra la comunidad judía en un futuro.

Tras la derrota del Reich en Stalingrado (actual Volgogrado) y el norte de África, en el verano de 1943 los daneses pensaron que en poco tiempo se produciría un desenlace que les permitiría liberarse del yugo alemán.

Las autoridades suecas, temerosas de entrar en conflicto con Alemania, solo aceptarían los judíos si la operación era aprobada por los nazis.

Algunos refugiados judíos se ocultaron en coches embarcados en los ferries de línea regular que hacían el viaje entre Dinamarca y Suecia.

Otros solo aceptaban el pago de aquellos que podían permitírselo La resistencia danesa tuvo un papel activo organizando y financiando el rescate gracias en buena medida a millonarias donaciones de algunos empresarios daneses.

Las siguientes evacuaciones hubieron de producirse en lugares aislados a lo largo del litoral danés.

Unos pocos se suicidaron, otros fueron capturados por la Gestapo cuando se dirigían a su lugar de embarque, otros naufragaron en el mar Báltico en botes mal equipados para la navegación o fueron interceptados por patrulleras alemanas.

A los judíos arrestados se les permitió llevar sábanas, comida para 3 o 4 días y una pequeña maleta.

Fueron evacuados a través del puerto de Langelinie, donde dos grandes barcos los esperaban.

Fueron conducidos bajo el puente sin su equipaje mientras les gritaban, pateaban y golpeaban.

Su desembarco al día siguiente en Swinemunde fue todavía más cruel, aunque no se produjeron bajas.

Durante la noche, aún encerrados en los transportes de ganado, una madre judía gritó que su hijo había muerto.

En comparación, a los comunistas daneses se los transportaba en vehículos de "solo" cincuenta personas.

A diferencia de lo que sucedió en los Países Bajos esta orden jamás se dio en este caso.

Un estudio reciente muestra sin embargo que la extensión del mito no fue debida al cómic, sino que se originó en las oficinas de la Asociación Nacional Danesa-Americana (NADA, por sus siglas en inglés) en donde un grupo de daneses trabajaban en una unidad propagandística denominada "Friends of Danish Freedom and Democracy", que publicaba una revista llamada The Danish Listening Post.

Este grupo contrató a Edward L. Bernays, "The father of Public Relation and Spin" como asesor.

Por primera vez todas estas fuerzas se opusieron abiertamente a la ocupación.

Los obispos daneses se pusieron de acuerdo en una carta pastoral dirigida a todos los ciudadanos.

La carta fue distribuida entre todos los sacerdotes daneses para ser leída en las iglesias al siguiente domingo.

La leyenda ganó popularidad al ser mencionada en la novela Éxodo de Leon Uris y su subsiguiente adaptación cinematográfica, si bien todos los historiadores actuales coinciden en que es falsa.

Inscripción en el Memorial de la Plaza de Dinamarca, en Jerusalén