En política internacional una definición sería la etiqueta o ceremonial fijo seguido en la diplomacia y en los asuntos de Estado.
También puede referirse a una cláusula de un acuerdo internacional que complementa o modifica los tratados.
El civismo, además, es proactivo: el que es honorable se anticipa a las necesidades de los demás y está siempre pendiente de su comodidad y felicidad; que muchas veces consiste en anticiparse a lo peor y en evitar molestias innecesarias al otro; por ello es necesario lo que en cabal castellano se denomina vergüenza ajena.
Y desde edad inmemorial existen diversas formas de llamar a distintos rangos eclesiásticos o militares.
En España antaño también se distinguían los tratamientos de distintas autoridades del estado con los nombres de don/doña, ilustrísimo/a o excelentísimo/a señor, y acompañaban gestos como el besamanos (a un eclesiástico o dama), o la reverencia: quitarse el sombrero o poner el pie izquierdo delante del derecho y descubrirse dando un rápido giro al sombrero en el aire al presentarse a una señorita, con una inclinación de unos veinte grados (hasta el siglo XVIII), lo que se abrevió después a quitarse simplemente el sombrero en el siglo XIX, etcétera; las mujeres, sin embargo, saludaban con una pequeña genuflexión y no podían hablar a un hombre sin permiso ni si estaban solteras, y ni siquiera ir con una persona de sexo masculino sin carabina.
Por ejemplo, cuando hay que decir unas palabras o pronunciar un discurso, cuando hay que presentarse, saludar, despedirse, cortejar, comprar, vender, ayudar, comer o servir una mesa, agradecer un servicio con un cumplido, etcétera.
Dentro de las obligaciones del encargado del protocolo están: hacer y recibir invitaciones, incluyendo las precedencias en una mesa principal, el tratamiento que se debe tener con ciertas autoridades ya sean políticas o eclesiásticas (ejemplo: presentar a los invitados al dignatario, como a la reina de Inglaterra, un embajador, etc.).