Tras el salían muchos niños tocando campanillas y esquilas para "espantar" al Demonio.
A principios del siglo XX la procesión perdió solemnidad e interés.
Al año siguiente la procesión se celebró solemnemente, saliendo el Resucitado, Lignum Crucis y el Sepulcro de la Vera Cruz y la Virgen (una imagen de la Virgen del Rosario sin el Niño) desde San Esteban.
En aquella época el encuentro se celebraba frente al Palacio Episcopal, presidiéndolo el obispo desde su balcón.
La cruz se alza sobre una base lobulada de la que emerge una pirámide cóncava con cuatro arbotantes mixtilíneos.
No se ciñe a lo descrito en los evangelios, siendo creencia popular sin base bíblica la presencia de María en estos acontecimientos.
Es una obra anónima donada a la Cofradía en 1678 por Lorenzo García y Josefa de Aragón, como reza una inscripción en su interior.
Separando las ventanas hay columnillas sobre ménsulas con basa y capitel de plata.
Antonio Casaseca plantea la hipótesis de que su procedencia sea iberoamericana, basándose en los materiales empleados.
Antiguamente llevaba en sus manos un librillo, hoy perdido y sustituido por un ramo de flores.
En su ajuar destacan la corona y el rostrillo en plata con incrustaciones de piedras preciosas, restaurados recientemente.
La doctora Virginia Albarán en su monografía sobre Alejandro Carnicero (2012) ha cuestionado esta atribución aunque no la datación de la imagen.
Antiguamente vistió la imagen capa encarnada, si bien ahora procesiona desnudo, cubierto solo por el paño de pureza.