En su dilatada obra se advierten rasgos de la evolución desde el Barroco tradicional a un refinamiento y elegancia próximos al gusto rococó.
[2] El mismo año fue contratado para trabajar en los tableros de la sillería del coro catedralicio, obra inicialmente asignada a Larra en solitario pero que avanzaba lentamente, por lo que se sintió la necesidad de incorporar a nuevos artistas a la labor.
A Carnicero correspondió el tablero de San Lucas y quizá sea suyo también el de San Marcos.
Los últimos años de su vida los pasó en Madrid, a donde se desplazó en 1749 para trabajar en los proyectos decorativos del nuevo Palacio Real.
[8] Siguieron sus pasos artísticos sus hijos Gregorio, Isidro y Antonio Carnicero.