[13] La porcelana blanda debe su nombre a lo frágil de su cobertura, puesto que el acero la raya y es muy débil y poco resistente a los cambios térmicos muy bruscos.
Su translucidez sugirió que el vidrio podía ser un ingrediente de su composición.
Las primeras porcelanas blandas limitaron su decoración al azul (óxido de cobalto) y al marrón (óxido de manganeso) pintadas bajo la cubierta, por lo difícil que resultaba el controlar su grado de cocción, que era propenso a reblandecerse y deformar las piezas.
[21] Aproximadamente hacia el año 1756 surgió la reproducción en serie y la decoración por medio de la impresión calcográfica, el dibujo realizado sobre una plancha de cobre se trasladaba a un papel y de ahí a la pieza, primero se utilizó en un solo color, negro, rojo o rosado sobre el blanco y a mediados del siglo XIX en policromía.
En Venecia hubo varios experimentos en 1470 creados por el Maestro Anton Alchimista supuestamente realizados con vidrio opaco, sin que obtuviera resultados importantes.
También utilizaba las porcelanas para hacer presentes al resto de la nobleza europea.
[28] Otra porcelana primitiva europea en pasta blanda, fue la elaborada con frita, que se produjo en la fábrica francesa de Rouen en 1673, por obra del ceramista Louis Poterat y gracias a los privilegios concedidos por Luis XIV.
La primera porcelana francesa importante se realizó en la fábrica de Saint-Cloud.
Existen documentos de patentes que fueron otorgados a la familia Pierre Chicaneau, quien decía haber descubierto la mejora en el proceso y que desde 1693 hicieron porcelana tan «perfecta como la chinesa».
Sus piezas mostraban un barniz muy brillante y sobre el fondo blanco se decoraban con flores policromas.
La fabricación de la Real fábrica del Buen Retiro en Madrid se realizó a partir de 1760 con artesanos, instrumental e incluso la pasta especial para porcelana blanda, transportado todo especialmente desde Nápoles por orden del rey.
A pesar de seguir con investigaciones no se consigue la pasta dura hasta la llegada a la fábrica de Bartolomé Sureda que había conseguido la fórmula en una estancia suya en Francia entre 1802 y 1803.