El Consejo de Regencia dispuso que los bastardos reales perdieran sus privilegios, particularmente su superioridad sobre los pares y los duques.
Tras la muerte del regente, Felipe II de Orleans en 1723, Luis Enrique pide al rey su ascenso a primer ministro.
Luis XV, al escuchar la opinión favorable del cardenal de Fleury aceptó, pero le promete a este último no consultar nunca al duque en su ausencia.
Feo, enorme y de ojos saltones, al príncipe se le tenía por pobre de espíritu,[1] su amante, la marquesa de Prie, tenía sobre él una enorme influencia aunque esta se limitaba esencialmente a proteger las artes y letras.
Intentó volver al rey en contra del cardenal Fleury pero no lo consiguió, y fue obligado a presentar sus disculpas al cardenal, tras esto se le quitó su cargo de primer ministro y se le exilió en su Castillo de Chantilly.