Generalmente, este influye en el comportamiento, ya sea en pensamiento o en el actuar de una sociedad.
Es legítimo cuando es elegido conforme a las leyes del país (constitución).
En países democráticos tiene como sustento la legitimidad otorgada por el pueblo mediante el voto popular (elecciones), pero se le suele considerar abusivo cuando se excede en el ejercicio de sus funciones, en materias que están dentro del ámbito de los otros poderes (intromisión de poderes).
El poder político es ilegítimo cuando utiliza mecanismos no autorizados por las leyes y se adueña del poder gubernamental (ejecutivo-legislativo) sin tener la legitimidad del pueblo, otorgada por el voto popular.
La escenificación del poder político es la forma en que los que ocupan el poder político presentan la naturaleza de este a los ojos de aquellos a los que gobiernan[2] (súbditos o ciudadanos, el cuerpo político, la opinión pública, el electorado), de sus pares (la comunidad internacional) o de sus rivales (la oposición política); mediante todo tipo de mecanismos, dispositivos y recursos (actuaciones -verbales, gestuales-, imágenes, símbolos -representaciones del poder, iconografía del poder-, rituales, etc.) Rápidamente el principio de la simbolización de las diferencias entre gobernante y gobernados (como ocurre con los atributos del faraón y las iura regalia) se transforma en un ejercicio psicológico de la autoridad del "hombre fuerte" u "hombre público" (los hombres o mujeres que ocupan el poder político); que se dramatiza[3] y pone en escena a través de la estereotipación, sea esta simbólica o no.