A esta plaza desembocan arterias tan tradicionales del casco antiguo como las calles San Patricio, Frenería, Arenal, Escultor Salzillo y Apóstoles.
Por el contrario, el obispo Mateo planteaba la demolición sólo de algunas dependencias del viejo palacio, conservando otras para ser posteriormente alquiladas o vendidas, con lo que el tamaño de la plaza sería menor.
[1] Este debate entre consistorio y obispado retrasó las obras en la zona durante años.
De esta manera, la plaza (llamada en un principio del Palacio) fue abierta definitivamente en el año 1759, presentando un diseño típicamente barroco, que busca la perspectiva.
En 1884 pasó a denominarse como plaza del Cardenal Belluga,[2] nombre que ha perdurado hasta la actualidad.
En aquel momento también se proyectó la erección de un monumento conmemorativo hacia esta figura histórica,[3] pero no se llevó a cabo hasta mediados del siglo XX, colocándose finalmente en otro lugar, en la cercana Glorieta.
A finales del XIX se construyó en el centro de la plaza un pequeño jardín con fuente.
A finales del siglo XX, habiéndose quedado pequeña la Casa consistorial de Murcia (situada en la colindante Glorieta) y existiendo un solar contiguo en la parte trasera del inmueble, al otro lado de la calle San Patricio; solar que daba a la plaza Belluga y donde se encontraba el palacete llamado del Doctoral La Riva, el alcalde José Méndez Espino aprobó la construcción de un edificio anexo en dicho solar, diseñado por el afamado Rafael Moneo, siendo inaugurado en 1998 bajo mandato de Miguel Ángel Cámara Botía.
Con este proyecto se quiso hacer presente a la autoridad pública municipal en una plaza que tradicionalmente había representado al poder religioso.