No hace mucho tiempo existía un pueblo cercano, también conocido como Barayo, que hoy en día está deshabitado.
Se accede a ella desde Vigo (Puerto de Vega) y por Sabugo (Otur).
[1] Los acantilados de Vigo (Navia) proporcionan unas magníficas panorámicas del conjunto, accesibles por la NV-2, y una vez en el pueblo por carretera hasta el aparcamiento habilitado, o a través de un camino señalizado que deriva en senda.
Contiene dos cordones de dunas, cuya formación es debida fundamentalmente a los vientos del Nordeste.
El río Barayo en su desembocadura forma un estuario de alto valor natural y calidad paisajística.
En marea baja y siguiendo este acantilado, se encuentran diversos rehundidos en el talud rocoso que ofrecen distintas coloraciones.
Mientras que los acantilados del lado oeste son de pizarra, dando lugar a un curioso contraste entre ambas márgenes.
Tras el cordón dunar, la desembocadura del río Barayo forma un valioso complejo de «comunidades subhalófilas», entre las que destacan los carrizales y cañaverales.
La necesidad de conservarlos se debe, por una parte, a la presencia de especies protegidas y por otra a que son hábitats poco frecuentes y en ocasiones seriamente amenazados.
La tercera franja es la formada por las dunas blancas o semifijas, ocupadas por comunidades herbáceas altas y densas en las que domina el barrón (Ammophila arenaria ssp.
Finalmente lo que debieron ser las dunas grises aparecen degradadas por antiguas plantaciones de pino.
La reducida extensión de la reserva y su localización en un entorno altamente humanizado son la causa de que la fauna no sea el principal atractivo natural del paraje, aunque un buen observador podrá apreciar una diversidad notable contenida en tan poco espacio.
El ostrero (Haemetopus ostralegus), catalogado como sensible a la alteración de su hábitat, puede ser observado alimentándose en el estuario, aunque su área de cría se localiza en acantilados situados más a occidente.
Habituales del occidente asturiano, no podían faltar en Barayo cernícalos, águilas ratoneras, cuervos, grajos, pegas, palomas, mirlos… Es frecuente tropezarse con la nutria (Lutra lutra), que en los últimos años parece haber logrado una cierta recuperación, aunque continúa protegido legalmente en la categoría de especie de interés especial.