Muchas generaciones de niños donostiarras aprendieron entre sus rocas a jugar con quisquillas, cangrejos y cabusias.
En el siglo IX, textos apócrifos describían un santuario con advocación a San Sebastián con iglesia y hospital para peregrinos del Camino de Santiago situado en la loma que asciende desde el pico del loro, hoy día ocupado por el Palacio de Miramar[1].
En esa época se instaló encima de las rocas del pico del loro un cementerio con una ermita dedicada a Nuestra Señora de Loreto[3].
En 1542 se erigió junto a la iglesia existente un Monasterio regido por monjas Dominicas con advocación a Santa Teresa que desarrolló el barrio del Antiguo[4].
En los años sucesivos se construyó el Palacio de Miramar quedando la fisonomía como en la actualidad.