Por todo ello, no sería descabellado decir que su arquitectura es de carácter ecléctico Fue construido originalmente para albergar a los tres órganos de poder del Estado salvadoreño y sus respectivas oficinas dependientes.
En ese momento, siguiendo siempre las normas castellanas, es trazado el cuadro de la plaza mayor y, al sur de la misma, se destina la manzana para albergar el cabildo.
En 1841, dos años después del colapso federal centroamericano, el Estado del Salvador era el único que seguía perteneciendo oficialmente a la federación, por lo que el 2 de febrero de ese año, una nueva asamblea constituyente se reúne para declarar la soberanía del Estado salvadoreño y redactar una nueva constitución como estado independiente.
En el 19 de enero, el Presidente Dueñas dirigió un discurso al Cuerpo Legislativo donde menciona la edificación del Palacio Nacional y dice "La obra será digna de la Capital".
[7] Para enero de 1867: el techado estaba terminado y los principales trabajos interiores seguían.
[14][15] En el 14 de febrero se celebró otro banquete y baile en obsequio al Presidente Dueñas.
[16] Para septiembre de 1869, se estaban trabajando los andenes del frente y costados.
Era una construcción arquitectónicamente bella, y para su época fue el edificio más moderno e importante de la república.
El extinto Palacio Nacional, que precedió al actual, estaba compuesto de dos niveles.
La noche del 19 de noviembre de 1889, fue una fecha luctuosa para San Salvador y la nación en general, pues, durante la presidencia del General Francisco Menéndez Valdivieso, un voraz incendio redujo a escombros y pavesas aquella joya arquitectónica.
La Tesorería General fue la única que pudo salvar una parte importante de su archivo.
Lo poco que queda de esos documentos aún pueden ser consultados hoy en día en el Fondo Quemados del Archivo General de la Nación, en el actual Palacio Nacional.
Todo esto impidió a los sucesivos gobiernos que presidieron Carlos Ezeta, Rafael Antonio Gutiérrez y Tomás Regalado, realizar la construcción de un nuevo Palacio Nacional.
[20] La Corte Suprema de Justicia fue trasladada provisionalmente al segundo piso del Instituto.
Las decoraciones en yeso que todavía adornan los salones principales, fueron realizadas y dirigidas por el italiano Gugliemo Aroni.
[24] En términos generales, en el piso inferior se encuentran columnas jónicas con sus capiteles ornados por volutas que recuerdan la cornamenta de los carneros.
Es importante mencionar que el sistema constructivo del edificio denominado Ploubalette, es único, ya que su estructura portante entrepisos a base de rieles metálicos empernados, con sus respectivos tensores horizontales y verticales, ha proporcionado al edificio gran resistencia y estabilidad ante los sismos.
Guerrero, y el taller de pintura, bajo la dirección del artesano don Felipe Ramírez.
Sin embargo, no hubo ningún criterio de restauración acorde con el valor histórico del mismo que guiara este y muchos otros esfuerzos.
En la evaluación que el Ministerio de Obras Públicas le hizo a este inmueble, tras el sismo del 10 de octubre de 1986, se determinaron daños tales como: agrietamientos en paredes, columnas, cornisas, balaustrada, pisos y entre pisos, así como fracturas y desprendimientos de repello; los cuales habrían obligado la demolición del edificio, a no ser que por una vez más, el sistema con el que fue construido, permitió ejecutar acciones alternativas.
Con ello se formaron en la restauración de pintura al óleo y yesería, los salvadoreños: Maribel Carpio, José Santos, Wilson Alfaro, Mario Castro, Marina León y Rurico Boanerges.
El otrora Consejo Nacional para la Cultura y el Arte (Concultura) -actualmente Ministerio de Cultura-, al nacer en 1991, planteó como una de sus metas principales la restauración del Palacio Nacional, la primera propiamente dicha desde 1911.
Con este propósito se contrató a la arquitecta Gilda Aguilar de Landaverde y al técnico en arquitectura, Germán Velásquez, quienes, hasta 1993, en una primera etapa del proyecto, se dedicaron afanosamente a la recopilación de datos históricos del edificio y al levantamiento de planos.
En ese mismo año, el ingeniero José María Portillo realizó las evaluaciones estructurales y recomendó trabajos que significaban destruir gran parte del edificio, pues según su diagnóstico este corría el riesgo de hundirse pues estaba sostenido en lodo.
Ante este hecho, Concultura gestionó y obtuvo la ayuda del Gobierno mexicano que envió a dos reconocidos expertos en edificios de principios de siglo para que aclararan la situación.
Por no causar daños innecesarios al Palacio, el ingeniero Portillo realizó sus evaluaciones en los jardines y por ese motivo encontró lodo; pero en el caso de este inmueble y de todos los demás construidos en esa época, cuando el terreno era malo, se cimentaba además toda la zona que circundaba la edificación.
También en 1994, con el apoyo económico del gobierno salvadoreño, se restauró toda la estructura y cubierta de techos.
En estos últimos años de incansables esfuerzos se han invertido aproximadamente $ 6,285,713.42.
[3] Ocupa un perímetro cuadrangular de setenta y cuatro metros por lado, el cual tiene inscrito un patio central en forma de cruz griega irregular, donde se ubican los jardines en los cuales fueron plantadas durante los años treinta, cinco araucarias, simbolizando a todas las naciones centroamericanas.
Posee ciento un salones secundarios y cuatro salones principales, siendo estos últimos los siguientes: el Salón Rojo o Salón de Honor, ubicado en el piso superior al extremo oriente, está ornado en su techo con medallones que ostentan las veras efigies de los exmandatarios: General Francisco Morazán, Rafael Campo, General Gerardo Barrios, General Francisco Menéndez Valdivieso, General Fernando Figueroa y doctor Manuel Enrique Araujo.