Su fundador fue el rey asturiano Fruela I, hijo de Alfonso I de Asturias (éste fue el yerno y sucesor del rey Pelayo).
Posteriormente erigieron una ermita en honor del mártir San Vicente, al que poco tiempo después se unieron dos docenas de monjes, lo que supuso la transformación del lugar en monasterio, tal y como consta en el acta fundacional firmada el 25 de noviembre del año 781, siendo su primer abad Fromestano.
Más tarde, el hijo de Fruela, Alfonso II el Casto trasladó la capital del reino de Asturias desde Pravia a este lugar y convirtió a Oviedo en sede episcopal.
La muralla que protegía la ciudad, de la que hoy apenas quedan partes visibles en varios emplazamientos, delimitaba una figura circular adaptada a la colina, ocupando un área de 11 ha que cobijaba a unas 6.000 personas distribuidas en tres barrios relativamente diferenciados: La Villa, que agrupaba los edificios más antiguos religiosos y civiles; Cimadevilla, mercantil y vinculada a las peregrinaciones; y Socastiello.
[1] La posición clásica sobre el tema se basa en considerar esta zona como poco romanizada, con pueblos que mantenían, en alto grado, sus usos y tradiciones, con una escasa vertebración en el sistema romano-imperial primero, y en su heredero el estado Visigodo más tarde.