El segundo obelisco, que permaneció en su lugar, fue devuelto oficialmente a Egipto por el presidente François Mitterrand durante su primer mandato.
Los planes para la retirada del obelisco fueron elaborados por Armand Florimond Mimerel, ingeniero de la Marina Nacional francesa.
Luis Felipe I decidió erigirlo en el centro de la Place de la Concorde, donde sustituyó a un monumento en honor a Luis XVI, decapitado en ese mismo lugar tras la Revolución francesa.
Por eso se instaló discretamente, junto con la familia real, en las ventanas del Hôtel de la Marine.
En el momento preciso en el que el obelisco se erigió sobre su pedestal, el rey y su familia aparecieron en el balcón en una puesta en escena perfectamente planificada y recibiendo la ovación de la considerable multitud que se había reunido para presenciar la operación.
El alto pedestal del obelisco describe los métodos que permitieron su transporte y colocación.
En esas mismas canteras, se encontró un obelisco inacabado que atrajo la atención de los arqueólogos.
[12][13] Originalmente, al igual que su alter ego de Luxor, el obelisco reposaba sobre una base cuadrada decorada con dieciséis babuinos erguidos sobre sus patas traseras, cuyos genitales son claramente visibles.
Un fragmento de esta base fue trasladado a Francia junto con el obelisco,[14] pero para no causar escándalo a la puritana sociedad francesa del siglo xix no fue instalado en la Place de la Concorde, y actualmente se puede contemplar en la sección de antigüedades egipcias del Museo del Louvre.
[20] Tras algunas vacilaciones, por insistencia de la egiptóloga Christiane Desroches Noblecourt, la idea era sustituir a un ornamento precedente colocado en la cima, que se perdió en el siglo vi, durante las invasiones en Egipto.