Ya en su fecunda vejez, su obra (rescatada y dada a la luz por la editorial Pre-Textos) se levantó del duradero y parecía que cómodo silencio en que se encontraba para convertirse en una presencia viva, a la que muchos poetas jóvenes acuden para familiarizarse con algunos rasgos esenciales de la poesía de un siglo.
En ese contexto, colaboró en revistas como Mediodía, Isla, Los Cuatro Vientos, El Gallo Crisis, Caballo Verde para la Poesía, que dirigía Pablo Neruda, o Cruz y Raya de José Bergamín...; años después lo haría también en publicaciones de posguerra como Escorial, Garcilaso, Ínsula, Arbor, Papeles de Son Armadans, etc.
En 1932 opositó sin éxito al cuerpo diplomático, y entró a trabajar en la Escuela Internacional fundada por José Castillejo.
A aquel libro le siguieron títulos como Canciones, Sonetos de amor por un autor indiferente, Abril del alma y, sobre todo, Cantos a Rosa, símbolo de la belleza y la fugacidad del tiempo, todos ellos poemarios en torno al amor, la melancolía serena y la armonía del alma con la naturaleza, de la mano de un estilo directo y coloquial que busca el acercamiento entrañable al ser.
Se publicó su Obra completa en verso, con prólogo de Clara Martínez Mesa; Valencia, Pre-Textos, 2008.