Monasterio de San Jerónimo (Baza)

[1]​ El monasterio jugó desde su fundación un importante papel en diferentes aspectos de la historia y del urbanismo bastetano.[1]​ Respecto a la escala urbana, el conjunto de la iglesia y demás dependencias del monasterio llegaron a adquirir enormes dimensiones en comparación con el abigarrado callejero de la antigua ciudad musulmana recién conquistada.Iniciado su declive, siguió un proceso similar al de tantos otros conventos e iglesias en todo el país.Tras las desamortizaciones eclesiásticas del siglo XIX, la iglesia siguió abierta al culto de forma intermitente hasta la guerra civil (1936-1939), pero el resto de sus dependencias fueron transformadas en viviendas, almacenes y espacios fabriles, perdiendo paulatinamente su pujanza y fisonomía anteriores, pese a lo cual, el monasterio sigue teniendo una fuerte presencia en la ciudad y en el imaginario colectivo.La cabecera presenta formalmente rasgos que la identifican con el estilo tardogótico del siglo XVI, como era usual en las fundaciones ligadas a los Reyes Católicos, compuesta por pilares nervados que sustentan bóvedas de plementería estrellada.[1]​ Este primer proyecto gótico fue abandonado una vez concluidos la cabecera y el crucero.Una cornisa, a modo de listel, modula la fachada, separando el piso correspondiente al coro.En dicha zona se reconocen perfectamente los espacios ligados a la actividad diaria de los frailes, con las bóvedas de aristas ejecutadas con yeso y decoradas con motivos barrocos, son la que corresponden con el refectorio y con la entrada al propio monasterio.La estructura, en dos crujías, estuvo ocupada desde las primeras décadas del siglo XX por una fábrica harinera.Los restos que permanecen del claustro, contratados al cantero Juan García de Gibaja en 1554, impresionan por su escala y corrección según el estilo renacentista más puro.[1]​ En la segunda planta se encuentra la maquinaria que intervenía en la limpia del grano y de la harina.[1]​ El Monasterio de San Jerónimo de Baza ha llegado hasta el siglo XXI parcialmente, transformado tras su desamortización y adaptación a los usos que posteriormente soportó el inmueble, fundamentalmente a partir del primer tercio del siglo XX, cuando se construyeron en su recinto una aserradora, una almazara, una fábrica de harinas y almacenes, además de las modificaciones llevadas a cabo para adaptarlo como vivienda en varias zonas del mismo.[1]​ Todavía se conservan destacados elementos del antiguo monasterio, como la iglesia y algunas partes de las dependencias monacales, ocupadas por una vivienda privada; en las zonas dedicadas a actividades industriales destaca la fábrica de harinas instalada en el primer tercio del siglo XX, perfectamente conservada, la cual constituye en sí misma otro elemento patrimonial de valor.Las dependencias monacales ocupadas por la vivienda privada conservan, ocultos bajo las adaptaciones contemporáneas, elementos de gran valor como los alfarjes policromados que se han documentado.