Monarcómaco
Los monarcómacos (del francés: Monarchomaques) fueron originalmente teóricos franceses hugonotes que se oponían a la monarquía absoluta a finales del siglo XVI, conocidos sobre todo por haber justificado teóricamente el tiranicidio.Al otro lado del Canal de la Mancha, autores como George Buchanan, John Knox, Christopher Goodman y John Ponet adoptaron una postura parecida, diferente en algunos aspectos, oponiéndose sobre todo al reinado de María Tudor.Sus argumentos fueron percibidos como peligrosos, dada su proximidad con las tesis que animaron el movimiento anabaptista.Sin embargo, según Tomás de Aquino, si se establece que el derecho de elegir un príncipe pertenece al pueblo, este último puede revolverse y derrocarle, excepto si esta acción pudiera entrañar males mucho más graves.Esta teoría teológica fue combatida en la Edad Media por los juristas del poder real, los cuales intentaron darle la vuelta reservando el título de tirano a quien intentara derrocar, por asesinato político, al rey legítimo.Se ve especialmente con Teodoro de Beza, quien publica en 1574 Du droit des magistrats sur leurs sujets.Este autor considera que la verdadera tiranía tiene tres características principales: religiosa (persecución de los «verdaderos cristianos»), jurídica (no se respetan las leyes fundamentales del reino) y política (ausencia de la preservación del «bien común»).Martín Lutero negó este derecho a los protestantes porque, para él, las autoridades civiles estaban instituidas por Dios.No obstante, el derecho a sublevarse solo podía ejercerse contra los magistrados inferiores que, en este caso, son los príncipes territoriales del Sacro Imperio Romano Germánico.Cuando no era posible reunir estos últimos, la nobleza, el Parlamento o los magistrados del rey podían ejercer ese derecho.Se convertía en un tirano de usurpación, lo que pertitía a cualquier persona defenderse contra él.Jean Boucher, en su De la justa abdicación del rey Enrique III, que no estaba aun publicado en el momento del asesinato de Enrique III, añade un elogio a Jacques Clement justicando así el acto a posteriori.