Mito de Er

Cuenta cómo su alma había salido de su cuerpo y viajado con otras muchas hasta llegar a un lugar maravilloso, donde se veían dos abismos en la tierra, próximos uno al otro, y dos pasillos que conducían al «cielo» enfrente de aquellos.

Se insiste en la maldad de la tiranía y se pormenoriza además que más gravemente sancionados son los delitos de impiedad con los padres o con los dioses y el homicidio a mano armada.

Una vez que se ha concluido con la pena (o con la recompensa), las almas, según procede el mito, llegan (transcurridos unos doce días) a una corte fabulosa reunida en torno al huso de la Ananké= Necesidad.

Junto con la Necesidad aparecen otros personajes míticos: ocho sirenas acompañan con su canto la escena, mientras que las Moiras (Láquesis, Cloto y Átropos), presentadas aquí como hijas de la Necesidad (Ἀνάγκη), mantienen en movimiento el huso (616b-617c).

Esto las fuerza a beber del río que por allí discurre, llamado de la Despreocupación, aunque al hacerlo olvidaban todas las cosas.

Finalmente se cuenta que acampando allí, llegada la medianoche, con un trueno y un temblor, las almas son llevadas a sitio para su nuevo nacimiento.

Y, tanto aquí como en el viaje de mil años que hemos descrito, seremos dichosos».

Esta identidad se ve expresada en 618e: «...el modo de vida mejor o el peor, mirando a la naturaleza del alma, denominando 'el peor' al que la vuelva más injusta, y 'mejor' al que la vuelva más justa».

El ejercicio de la ἀρετή está trabado con un conocimiento que los hombres deben cultivar.

Hacia el final del texto se remarca este vínculo «practicaremos en todo sentido la justicia acompañada de sabiduría» (621c).

Por otro lado, recurre el filósofo con frecuencia a explicar el desatino moral por causa de la falta de sabiduría, por ejemplo en ese hombre que se dice que optó por la tiranía desgraciada aun cuando había «...tomado parte en la excelencia, pero por hábito y sin filosofía» (619d).

Cabe aclarar que, si bien el mito se hace referencia a la sabiduría (σοφία,φιλο-σοφία), Grube apunta que el intelectualismo ético de Platón (manifestado en la paradoja «nadie peca voluntariamente») abarca otros grados de conocimiento.

«El futuro del mito traduce nuestra condición presente; la virtud, ese 'único necesario', no se adquiere ni se pierde en un 'instante crítico', mas en el curso de una larga serie de esfuerzos y abandonos.

Principalmente en Fedro y Fedón, dice este autor, aparecen elementos semejantes[11]​ por ejemplo la alusión al ascenso a la región de los cielos (νῶτον οὐρανοῦ) y la descripción geográfica del mundo de los muertos.

[13]​ Stewardt por su parte, resalta la imagen del regazo de la Necesidad (Ἀνάγκης γόνασιν) y su uso en el mito.

Estas también hacen referencia a una divinidad que, en el centro del universo, dispone y ordena.

Platón describe cada «órbita», que, sin duda, representan a los cuerpos conocidos de nuestro sistema solar.

El mismo autor si bien apunta que parece que Platón considera muy seriamente estas narraciones, según se desprende de los propios textos, «la finalidad de estos mitos escatológicos sería, en última instancia, ética».

[17]​ Friendländer reconoce de manera similar que las escatologías son los mitos «socrático-platónicos» genuinos, en tanto que «presuponen un análisis conceptual y lo llevan más allá de los límites impuestos por la experiencia y el conocimiento humanos.

Y la mitología cobra sentido solo si puede mostrarse que continúa las líneas argumentales establecidas por el Logos».

[21]​ Podría incluirse, como elemento que queda representado en el mito, un «testimonio del Ser intemporal» según apunta Goldschmidt.

La victoria que nos es propuesta no se alcanza ni por una descripción ni por un acto; ella se obtiene como objetivo de pacientes esfuerzos y conduce a un estado, a esa vida calma y serena que llevan las divinidades astrales».

Platón.
Las Moiras Cloto, Lachesis y Atropos.
Los cielos clásicos.