Con nueve años, y con la necesidad de aportar un sueldo para la subsistencia del hogar familiar, empezó a trabajar como tipógrafo en un taller de imprenta unionense, trasladándose avanzados los años a la vecina Cartagena para seguir progresando en el oficio.
[4] El consistorio fue pronto sacudido por la inestabilidad, debido a las crecientes diferencias entre los integrantes de la Conjunción Republicano-Socialista que había triunfado en las elecciones.
Los alcaldes se iban sucediendo rápidamente, y cuando Muñoz Zafra accedió a la máxima dignidad, su gestión se vio salpicada por continuos escándalos y choques con sus camaradas republicanos, lo cual cristalizó en una crisis de gobierno.
José María Varela Rendueles, gobernador civil de Murcia, intervino en estas circunstancias nombrando un nuevo alcalde, pero no logró poner fin a la volatibilidad política en el Ayuntamiento.
Entrando en el templo por la puerta trasera y asegurándose de sellar la puerta principal al atravesarla hacia el exterior, se encontró con la muchedumbre agolpándose ya ante la iglesia y discutiendo enardecidamente con las prostitutas que, venidas desde el cercano barrio chino del Molinete y encabezadas por Caridad la Negra,[a] se afanaban en impedir la profanación.
Aquellas mujeres formaron una barrera en torno a Céspedes cuando fue increpado al llamar a los concregados a disolverse, y finalmente las apelaciones tanto del comunista como del también concejal José López Gallego –militante de Izquierda Republicana– consiguieron deponer la actitud del gentío, que se marchó dejando intacto el edificio por el resto de la guerra.
[17] Tras la victoria del bando sublevado en 1939, Miguel Céspedes descartó marchar al exilio y regresó a Cartagena.
Desde entonces abandonó cualquier actividad política, y permaneció hasta su fallecimiento en 1971 al frente de su imprenta-papelería.