Mictlantecuhtli

[3]​ Ejercía su soberanía sobre los "nueve ríos subterráneos" y sobre las almas de los muertos.En la cultura zapoteca cuando alguien perdía la vida se ofrendaba un guajolote al dios Pitao Pezeelao, también se le pedía cuando se iba a la guerra para obtener la victoria y para calmar epidemias de gran mortandad, la ciudad sagrada de Mitla era su más grande centro ceremonial.[8]​ Aquellos muertos que no eran elegidos por Tonatiuh, Huitzilopochtli o por Tláloc iban simplemente al inframundo o Mictlán, que queda al norte, y ahí las almas padecen una serie de obstáculos durante su recorrido a través de nueve regiones.El epílogo de este hermoso relato describe cómo Quetzalcóatl hizo una mezcla de aquellos viejos huesos con su propia sangre y así dio cuerpo y vida a la humanidad.[10]​ En su concepción del universo, los mexicas, como otros pueblos mesoamericanos precolombinos, creían que este se conformaba por trece planos superiores y por nueve inframundos con el fin de lograr el descanso definitivo.Otros papeles le servían para atravesar por las sierras que se juntan o para pasar por donde estaba una gran culebra o donde estaba la lagartija verde llamada Xochitónal, los nueve páramos, Chicunaixtlahuaca y los nueve collados y quemaban los atavíos que había usado el difunto durante su vida, para que no tuviera frío al cruzar por donde el viento sopla tan cortante como navaja.[4]​ Se creía que las deidades sobresalientes, asociadas a la muerte, gobernaban la región del norte y también los infiernos, en las entrañas de la Tierra.[11]​ Los trece dioses celestiales que habitan en los trece cielos, así como los nueve señores del infierno, tienen una gran importancia en el calendario y dan su carácter fasto o nefasto a los días  con los que están asociados.[4]​ Mictlantecuhtli tenía un rol importante en los rituales de sacrificios humanos mexicas (comúnmente a guerreros enemigos capturados en combate).Estos últimos la repartían a aquellos que servían en el templo del Señor de la Muerte.Todos ellos a su vez distribuían la carne del individuo que había sido ofrecida como ofrenda entre sus amigos y familiares.Existe la creencia de que el sabor de dicha carne simulaba a la del puerco y es por esa razón que el animal fue bastante deseado entre ellos al igual.El dios del viento y la vida, Quetzalcóatl, debe ir al inframundo a recuperar los huesos humanos de la última creación, la raza convertida en peces por la inundación de Chalchiuhtlicue.El sagaz dios de la muerte acuerda darle los huesos si Quetzalcóatl puede terminar por completo una aparente simple prueba.No obstante, Quetzalcóatl es más astuto y logra escapar con los huesos.Ahí mismo la antigua diosa Cihuacoatl pulveriza los huesos hasta tener una harina, que coloca en un recipiente especial de cerámica.
Mictlantecuhtli descrito en el Códice Fejérváry-Mayer .
Estatua de Mictlantecuhtli en el museo del Templo Mayor en México .