Tláloc

Xochiquetzal (primera esposa) Chalchiuhtlicue (segunda esposa) Tláloc (AFI: [ˈtɬaːlok]) (del náhuatl: Tlalok ‘el que está cubierto de tierra’‘tlaloa, cubrir de tierra; -k, el que está’) es una deidad mesoamericana del agua celeste.

[5]​ Los mexicas lo consideraban el responsable de la estación lluviosa y hacían ceremonias para honrarlo en el primer mes del año (ātl cāhualo).

Los teotihuacanos tuvieron contacto con los mayas, de ahí que ellos lo adoptaran o lo identificaran en la forma del Dios Chaac.

En la cosmología tlaxcalteca, Tláloc se casó primero con Xochiquétzal, Diosa de la belleza, pero Tezcatlipoca la secuestró.

Tláloc se casó otra vez con Matlalcueye, y tiene una hija o hermana mayor que es llamada Huixtocíhuatl.

Así desciende desde el cielo para fecundar la Tierra y poder cultivar la milpa, para germinar las semillas.

Su papel consistía en favorecer la venida de las aguas celestes pero también protegían a los pescadores y los navegantes.

Se le manifestaba siempre con unos atributos característicos: Tláloc está compuesto en sus representaciones por los tlaloques o dioses de los 4 rumbos.

En el principio de la narración, Orozco representa como hombres-dioses a las deidades principales: Xipe-Tótec, Tezcatlipoca, Quetzalcóatl, Tláloc, Mictlantecuhtli, Huitzilopochtli y Huehuetéotl.

Si en el camino hacia el santuario, estos niños lloraban, sus lágrimas eran vistas como signos de lluvias inminentes y abundantes.

El primero mes del año se llamaba entre los mexicanos atlcahualo, y en otras parte quamtleóa.

Cuando llevaban a los niños a matar si lloraban y echaban muchas lágrimas, alegrábanse los que los llevaban, porque tomaban pronóstico de que habían de tener muchas aguas ese año.

[8]​ Una montaña perteneciente a la Sierra Nevada lleva el nombre de Tláloc o Tlalocatépetl.

Información arqueológica, etnohistórica y etnográfica indica que este fenómeno coincide con la cosecha del maíz en tierras áridas asociadas con sitios agrícolas.

[11]​ El primer relato detallado del monte Tláloc descrito por Jim Rickards en 1929 fue secundado por visitas y estudios de otros investigadores.

En 1953 Wicke y Horcasitas llevaron a cabo investigaciones preliminares en el sitio; sus conclusiones fueron repetidas por Parsons en 1971.

La Paradoja de lo sagrado y lo profano, es en sí una ruptura ontológica presente en toda hierofanía; paradoja en cuanto a que lo sagrado, lo intangible, se profaniza, se vuelve tangible para mostrarse a la humanidad.

Una representación de Tláloc en el mural de una tienda en Valle de Ángeles , Honduras .