Mefistófeles (título original en italiano, Mefistofele) es una ópera en cuatro actos, con prólogo y epílogo; con música y libreto del compositor italiano Arrigo Boito (1868), con la que pretendió introducir en Italia el estilo wagneriano.
Esperaba que sería un toque de atención y una inspiración para otros jóvenes compositores italianos.
La partitura vocal para piano fue terminada en 1867 mientras Boito estaba visitando a unos parientes en Polonia.
Más aún la obra era demasiado larga y el elenco inadecuado para las complejidades de la música.
Boito inmediatamente se puso a trabajar revisando la ópera, reduciendo grandemente su longitud y haciendo muchas escenas en menor escala.
Los querubines, las falanges celestiales y las almas santas cantan loores al Señor.
Entre todo el alboroto pasea un fraile encapuchado, que es vituperado y señalado.
Entre tanto llegan el anciano Fausto y su ayudante Wagner paseando, de lo cual se enorgullece Wagner, por ir haciendo tal cosa al lado de tan sabia y digna persona como su amigo el doctor, el cual describe en una maravillosa y fina aria (en contraste con los escandalosos sones anteriores) la huida del invierno ante la llegada de la primavera.
El fraile lo ha seguido al volver a casa y se esconde en la oscuridad.
Fausto, aterrado, lo interpela, y Mefistófeles se revela en forma de caballero.
Fausto ríe la broma y le pregunta su prpósito, así como quién es.
Fausto, rejuvenecido, acude al jardín de Margarita, una joven campesina del pueblo.
Cantan sus amores y deseos, recordando sus momentos, como la primera vez que se vieron en la calle; mientras tanto, Mefistófeles atrae a Marta, vieja lasciva, diciéndole irónica y fuertemente que nunca ha conocido el amor.
Fausto le pide a Margarita un momento para poder hacer el amor con ella, y ella le dice que es casi imposible: duerme con su madre, que tiene un sueño leve.
Él le da una ampolla con un somnífero para que se lo de, y puedan acariciarse sin problemas.
Mefistófeles le dice a Fausto que acelere el paso, y una vez que coronan una elevación rocosa, comienzan a llegar brujos y brujas, espectros vivientes del mundo, que alaban a Satanás, el cual, después de habérsele ofrecido una esfera de cristal como si fuese el mundo, le canta solo Ecco il mondo - "He aquí el mundo".
Llega Fausto en ese momento con Mefistófeles para salvarla, el cual ha conseguido milagrosamente las llaves y tiene dos corceles preparados afuera para salir huyendo precipitadamente.
Margarita no quiere irse, y recuerda tiempos más felices al lado de su amado Fausto.
Margarita pide perdón a los cielos por sus pecados y se aterra de ver al maligno.
Mefistófeles se aburre, y añora sus brujas del norte, de las que sabe hacerse loar más fácilmente.