Marzas

b) obsequio de manteca, morcilla, etc., que se da en cada casa a los marzantes para cantar o para rezar.

El dao, las dádivas o limosnas que se entregaban en metálico, solían ser custodiadas por el tesorero, el cajero o el mozo viejo que hacía también las veces de bolsero, así denominado por la bolsa ("el cepo") en la que metía el dinero (en algunas cuadrillas esta función la desempeñaba otro de los mozos mayores) y que, una vez finalizadas las marzas, rendía cuentas, ante el colectivo, de los dineros obtenidos, al igual que el cestero debía recontar en público los alimentos recaudados y llevarlos a la taberna o a la casa, donde se organizaba la comida, Algunas rondas de marzantes, según los lugares y el tiempo, empleaban instrumentos musicales (aunque la costumbre más generalizada ha sido cantar las marzas sin acompañamiento instrumental), tales como: panderetas, carracas, pitos y acordeón, en las marzas de Navidad, Año Nuevo y Reyes, berronas o berras, bígaros y campanos, como sucedía en las marzas rutonas.

A la cena, que, según el lugar, convocaban a toque de campana, estaban invitados los niños del pueblo y las mozas; o más exactamente, aquellas mozas en cuyas casas se había cumplido" con los marzantes.

En algunas aldeas acudían como invitados, el alcalde, el maestro, el cura, y “los mozos que se hayan casado desde las últimas marzas en adelante”; en ciertos pueblos, también asistía "un matrimonio de respeto”.

[cita requerida] La tradición marcera se sustentaba en la ronda, el ir cantando las diversas canciones de "marzas", de casa en casa, por vecinos reunidos para la ocasión y cantadas a una sola voz y sin instrumento alguno.

Es difícil hacer una división de las marzas en función sus diferentes variables, ya que en cada valle y aún en cada pueblo tienen las marzas distintos modos, títulos, melodías y letras, encontramos, en una primera instancia, las marzas con zarramacos, zamarrones o zarramasqueros (personajes disfrazados y, en ocasiones, enmascarados), de las que son un ejemplo las del valle de Soba y las marzas ordinarias (sin elementos disfrazados), que son la casi totalidad.

Una segunda instancia, abarcaría la totalidad del fenómeno marcero, estructurado con arreglo a tres ejes fundamentales: La profesora Emma María Blanco Ruíz, en su libro " Marzas, tradición viva en Polanco" (2015: 20), haciendo referencia al etnógrafo Demetrio Duque y Merino en su libro "Tonadas de ronda y cantos romeros"(1901) dice que quede claro que las auténticas marzas sólo se cantan y piden en las primeras horas de la última noche de febrero (1901:124) Marza rutona Pereda ya aporta un ejemplo de la misma y Demetrio Duque y Merino en su obra "Algo de Marzas" ganador en 1.892 del premio al cuarto tema, Cuadro de Costumbres Montañesas.

Alude en dicho relato, a la marza rutona, cuando escribe: "los dueños... que... no daban" se exponían a "que los marceros les acusasen de roñosos y se lo dijeran cantando".

De casa salimos con mucha prudencia, (bis) a cantar las Marzas si nos dan licencia.

(bis segundas voces) A cantar la Marzas vienen los del pueblo.

Venimos a cantar Marzas, es estilo que tenemos de nuestros antepasados y no queremos perderlo.

San Mateo (Cantabria) Somos viejos marceros que con prudencia vecino amado, venimos a tu puerta cantando marzas con mucho agrado.

Venimos visitando los habitantes de todo el pueblo, estas viejas costumbres nos las dejaron nuestros abuelos.

Escuchen y atiendan, nobles caballeros, nobles caballeros, oirán las marzas compuestas de nuevo que a cantarlas vienen los lindos marceros, los lindos marceros en primera edad y en sus años tiernos.

(bis) Tras de agosto entra septiembre, ¡oh qué lindo mes es éste!, (bis) que se coge pan y vino, pan y vino para siempre.

La Ronda Marcera de Torrelavega cantando las marzas en la fuente de Cuatro Caños.
Mural dedicado a la marza de Cartes
Mural dedicado a la marza de Cartes