Fue diputado del común en 1767 y en 1787 fue elegido como síndico personero, cargo que repetiría en los primeros meses del año siguiente por los problemas que se produjeron en la votación al no presentarse ningún vecino a votar.
Sus hijos fueron bautizados y se casaron en la iglesia de San Juan Bautista (Albacete).
Al menos cinco de ellos fueron apadrinados en sus bautizos tanto por Antonio Carrasco de Oca y Castro, como por su hijo Fernando Carrasco Rocamora, fortaleciendo los vínculos entre estas familias.
En esta, los oficios provenientes de profesiones liberales, o con carácter burocrático tuvieron especial trascendencia.
La importancia del funcionariado en la segunda mitad del siglo XVIII se hizo más patente en el momento en que la Monarquía Borbónica fue haciendo más hincapié en su cuerpo burocrático que en la confianza en la hidalguía titulada.
Las relaciones clientelares más importantes las tuvo con los Carrasco, sobre todo con Fernando Carrasco Rocamora, conde de Villaleal, el cual confiaba en él para resolver sus pleitos y asuntos judiciales.
De esta forma, tanto Ignacio Suárez como Fernando Carrasco confiarán en Asensio del Peral (hijo de Martín Peral Oñate), abogado, para sus pleitos civiles y criminales, por lo que no dudarán en darle poder para que inicie o siga las causas en los tribunales (pág.458).
Tanto Ignacio Suárez como Fernando Carrasco tuvieron como abogado a Asensio del Peral (hijo de Martín Peral Oñate) y no dudaron en darle su poder para iniciar o seguir las causas en las que estaban implicados en los tribunales.
No es extraño, pues, que en su testamento Fernando reconociera la labor de Asensio del Peral, otorgándole un legado simbólico consistente en todos los libros que sobre abogacía y leyes había acumulado en su biblioteca.
Pero la amistad de los Carrasco y los Peral se había forjado por lo menos una generación antes.
Martín del Peral ejercería como procurador del número entre los años 1750 y 1753, hasta que pasó a ocupar la escribanía de Pedro Gómez de la Cuesta tras su fallecimiento en 1754.
En estos momentos los Carrasco se encontraban en minoría dentro del consistorio y los contrarios calificaban a Martín del Peral como un “agente descubierto” contra la villa en el pleito que ésta estaba siguiendo contra los señores de Pozo Rubio.
Y es más, informaban que, como Martín del Peral había sido designado en una de las escribanías numerarias propias de la villa, y como sólo se podía sustituir a los nombrados por muerte o renuncia de los mismos, suplicaban al Consejo que diese por vaco este oficio por la “ingratitud” que había demostrado.
También tendría palabras para este escribano el corregidor Durán, aunque en este caso de halago, “porque no se franquea a las voluntades y siguió los autos en que acredite la legitima importante corta que hice en el bosque llamado de San Sebastián… ha sufrido y tolera las mayores ultrajes y está amenazado con la mayor desenvoltura”.
Sin embargo, continuaría ejerciendo el oficio del número al menos hasta 1799.
En 1787 sería elegido como síndico personero, cargo que repetiría en los primeros meses del año siguiente por los problemas que se produjeron en la votación al no presentarse ningún vecino a votar.
En cuanto a su origen familiar, el apellido “Peral”, uno de los más antiguos que encontramos en la villa en las décadas de los treinta y los cuarenta del siglo XV, comenzó a resurgir con el establecimiento del dominio del rey de Navarra, manteniendo su influencia durante muchos años.
En el siglo XVIII se convertirá en una familia letrada de las más representativas.
Entre sus miembros se encuentran abogados, procuradores, depositarios, fieles, escribanos, etc., e irán adquiriendo cada vez más importancia, sobre todo, a finales de este siglo, coincidiendo con la reorientación de los interesados en las cuestiones municipales.