[18] Y en 1296, Martín Alfonso y su hermano Fernando Alfonso contribuyeron a defender, junto con su padre, el municipio cordobés de Baena de los ataques del rey Muhammad II de Granada, participando también en dicha defensa numerosos nobles cordobeses.
[11] Pero Martín Alfonso añadió a los bienes que heredó de sus padres numerosas propiedades entre las que figuraban «cortijos, haciendas y yugadas de tierra», como señaló Nieto Lozano, a las que se sumaron los bienes que aportó como dote al matrimonio su esposa, Aldonza López de Haro,[22] y el historiador José María Ruiz Povedano señaló que a lo largo de su vida Martín Alfonso:[23]
[18] En el otoño de 1320 hubo graves enfrentamientos en Córdoba[b] entre los partidarios de Don Juan Manuel y los oficiales reales que representaban a la Corona y defendían la legalidad vigente.
[39] Pero la reina no accedió a sus demandas,[40] argumentando que el privilegio de nombrarlos siempre había correspondido al rey, y les aconsejó que cuando se reunieran las Cortes del reino enviaran sus «mandaderos» para que presentaran allí sus peticiones y todo quedara resuelto en beneficio del rey y de la propia ciudad de Córdoba,[41] según consta en la Crónica de Alfonso XI.
[42] Y el historiador Manuel García Fernández subrayó que bajo tales alborotos y reclamaciones lo que realmente subyacía era el enfrentamiento entre los dos bandos del patriciado urbano cordobés por controlar la ciudad y su reino, ya que la clásica interpretación de que se trataba de un conflicto entre los nobles y el pueblo, que en realidad llevaba mucho tiempo «alejado» del poder municipal, carece de fundamento en la actualidad.
[52] El rey, dándose cuenta de que «la mi tierra es robada e estragada e yerma e las rentas son menguadas», orientó su política hacia el restablecimiento de la autoridad real y de la justicia en todo su territorio, que se habían visto muy mermadas tras varios años de desgobierno e inestabilidad.
En dicho testamento el adelantado Alfonso Fernández de Córdoba también estableció que, en el caso de que alguno de sus otros herederos hiciera alguna reclamación y se opusiera a su voluntad, sus hijos Fernando Alfonso y Martín Alfonso recibirían la Dehesa del Galapagar.
[55][d] Y en la Crónica y en la Gran Crónica de Alfonso XI consta que un día después de haber sido coronado, el rey convocó en su palacio a todos los que iban a ser armados caballeros por él[60] y esa misma noche fueron en procesión hasta el monasterio de las Huelgas de Burgos, donde había sido coronado Alfonso XI, y pasaron la noche en oración velando sus armas, cada uno en su altar, y a la mañana siguiente fueron armados caballeros por el rey y después almorzaron con él en su palacio de las Huelgas.
[7] El día 8 de marzo de 1340, y hallándose en la ciudad de Sevilla,[55] Alfonso XI expidió un privilegio que autorizaba a Martín Alfonso de Córdoba a poblar y construir un castillo en su villa de Montemayor,[22][1] y en el privilegio se añadía «que tenía comenzado á poblar en su propia Heredad, por quanto era comarca en que se podía hacer guerra á los moros y muy gran servicio á Dios y á su alteza».
[55] El castillo de Montemayor fue construido por deseo de Martín Alfonso debido a que su castillo de Dos Hermanas era inseguro[78] y poco apropiado para la defensa constante contra los musulmanes,[12] por lo que el señor de Montemayor ordenó desmantelar este último y trasladó a su población a Montemayor por ser un lugar «más ventajoso y fuerte».
[79] El nuevo castillo fue edificado en los terrenos que ocupó la ciudad romana de Ulia[22] y en un cerro situado a corta distancia de la actual población de Montemayor,[55] y según Nieto Lozano comenzó a construirse pocos meses después de que Alfonso XI expidiera el privilegio mencionado anteriormente.
[8] Y en caso de que su hijo mayor no pudiera heredar, nombró heredero principal a su segundo hijo, Fernando Alfonso, en caso de que no fuese clérigo, y si lo fuese a su tercer hijo, Lope Gutiérrez, y sino a su cuarto hijo, Diego Alfonso.
[8] A su segundo hijo le legó el castillo de Aguaxarón, y si fuera clérigo, a su hijo tercero «con las mismas condiciones» en que había legado Dos Hermanas al primogénito.
[8] Y al mismo tiempo legó 10.000 maravedís a su esposa, y dispuso que se mantuviera con todos los bienes que quedaran una vez se hubieran cumplido todas las cláusulas del testamento, aunque sólo hasta que sus hijos tuvieran la edad suficiente para entregarle todo «cuanto era suyo».
[83] Y a su segundo hijo le legó la Torre de Fernán-Núñez con todo su heredamiento y también el de Abencalez, aunque este último «según» lo había heredado de su padre, y a su tercer hijo le dejó las Salinas mencionadas anteriormente y la Casa de Duernas, que era conocida por los musulmanes como Torre del Cielo, junto con todo su heredamiento y según lo había recibido el testador «por compra».