[8] El ambicioso francés se deseaba expandir a expensas de los débiles estados italianos (los principales eran Milán, Venecia, Florencia, Roma y Nápoles).[9] Con esto esperaba evitar ser cercado por sus rivales españoles y austriacos, que ya tenían fuerte influencia en la península italiana.[21] Mientras tanto, las fuerzas francesas empezaban a ejercer una presión insostenible sobre Milán[22] y sus enemigos reaccionaron: los helvéticos enviaron entre doce y quince mil infantes a los que se unen mil quinientos jinetes pontificios al mando de Prospero Colonna.[27] Las unidades se basaban en las mesnadas de los condes y duques (otra herencia feudal).[29] El monarca francés intentó ganarse a los locales manteniendo una estricta disciplina entre sus hombres para impedir abusos contra los campesinos.[1] El 10 de septiembre Francisco marcha a Melegnano mientras envía al marqués Louis d'Ars hacia Pavía.[40] El 13 de septiembre, el cardenal Mateo Schinner con un ejército suizo llegó al campamento francés en Marignano.[47] Otro rasgo llamativo, común en las batallas del Renacimiento, era que las huestes iban al combate tocando música religiosa.[54] Tanto la caballería pesada como ligera no tenían posibilidades de éxito frente a los piqueros suizos, sólo podían prevalecer si se coordinaban con la infantería.[55] Impulsados por el momentum y su número, los veteranos suizos avanzaron con cadencia hasta tropezar con los fosos, lo que les hizo romper su línea.[54] Para entonces, la caballería pesada francesa se había reorganizado y cargó contra los flancos suizos, primero dispararon sus pistolas en una formación de caracole (carga en caracol) y después atacaron con sus lanzas con ayuda del fuego continuo los ballesteros,[56] absolutamente letales a tan poca distancia.[57] La artillería francesa estaba principalmente en la línea de los lansquenetes y no podía moverse, disparaba contra los suizos, intentando hacer huecos en sus líneas, pero dañando a sus propios hombres.[57] El rey decidió reorganizar sus fuerzas esa noche, uniendo los restos de su vanguardia al cuerpo principal para formar una sola línea.[60] Durante la penumbra, los franceses cavaron fosos y fortalecieron sus defensas[61] a pesar de las escaramuzas.A pesar de esto, con las picas abajo los suizos lograron hacer retroceder el ala izquierda francesa.[55] Muchos hombres morirían en los días siguientes por sus heridas y otros quedarían mutilados, sin piernas o brazos.[67] Tras la batalla, los únicos suizos que quedaron en Milán eran una guardia en el castillo de Porta Giovia.El duque se entrevistó con el rey francés en Pavía el 8 de octubre y aceptó renunciar a sus derechos.[61] Militarmente, fue un enfrentamiento entre lansquenetes y suizos equivalentes en número, prevaleciendo los primeros gracias a la artillería francesa.[71] Aunque los suizos siguieron destacando como mercenarios, jamás participaron nuevamente como Estado en una guerra internacional de gran escala.[6][72] La victoria francesa motivaría una serie de reformas en sus enemigos, especialmente los españoles, que crearían sus famosos Tercios.
Grabado del cardenal Schinner, por Albert Anker, basado en grabado más antiguo de la época.
Miniatura del Maestro de la Ratière, hacia 1515, Museo Condé, Chantilly.