Sin embargo, era mucho más beneficioso para Eduardo hacer las paces con Francia para permitirle proseguir sus guerras en Escocia.
Además, con un único hijo superviviente, Eduardo estaba ansioso por proteger el trono inglés con herederos adicionales.
Ofendido en su orgullo, Eduardo I declara la guerra a Francia y rechaza el compromiso con Margarita.
Después de cinco años, una tregua fue acordada bajo la influencia del papa Bonifacio VIII.
Después de varios meses, aburrida y sola, la joven reina decide reunirse con su esposo.
Nada podría haber hecho más feliz al rey, pues las acciones de Margarita le recordaban a su primera esposa, Leonor.