Marco Livio Salinator

Paulo fue absuelto con dificultad, pero Livio fue condenado por todas las treinta y cinco tribus, con la excepción de la Maecia.

La sentencia parece haber sido una injusticia, y Livio tomó su desgracia tan a pecho que salió de la ciudad y se retiró a su hacienda, donde vivió varios años sin tomar parte en ningún asunto público.

En 207 a. C., durante la segunda guerra púnica fue elegido cónsul nuevamente, junto a Cayo Claudio Nerón.

Uno de los cónsules debía obligatoriamente ser plebeyo, y las muertes de Graco, Flaminio, y Marcelo, dejaron a Livio casi como el único general plebeyo en cuyas manos la República se atrevía a comprometer su suerte.

La autoridad del Senado, sin embargo, de nuevo se impuso, y Livio consintió, con dificultad, reconciliarse con su colega.

Los cónsules entraron en Roma en triunfo al final del verano, Livio en el carro triunfal y Nerón montado a su lado, la mayor distinción se le había concedido a Livio, ya que la batalla se había librado en su provincia y que él había tomado los auspicios el día del combate, aunque la opinión general era que la victoria se debía a Nerón.

[2]​ En la batalla Livio prometió un templo a Juventas, que fue dedicado dieciséis años después.

Al año siguiente, 206 a. C., estaba estacionado en Etruria, como procónsul, con un ejército de dos legiones y su imperium se prolongó por dos años sucesivos.

Tuvieron éxito en mantener a Magón en Liguria, donde permaneció durante dos o tres años.

[4]​ En 204 a. C., fue designado censor junto a su viejo enemigo y antiguo colega en el consulado, Cayo Claudio Nerón.

Esquema de la batalla del Metauro.