Manuel Arias y Porres

Con el favor del Gran Maestre, Rafael Cotoner y de Oleza, en 1662 fue designado vicecanciller de la orden y posteriormente el papa Inocencio XI le otorgó el grado de gran bailío.[1]​ En 1689 regresó a España, donde el rey Carlos II le designó embajador en Portugal, cargo al que Arias renunció aduciendo su recién adquirida condición religiosa, pues acababa de ingresar en la orden de San Jerónimo.[2]​ A la muerte del rey, según lo dispuesto en el testamento real, formó parte de la junta de regencia que asumió el gobierno del reino.[3]​ Con la llegada de Felipe V al trono de España, Arias continuó en la corte al servicio del nuevo rey.[4]​[5]​ Murió en Sevilla a los 79 años y fue enterrado en la iglesia del Sagrario de esta misma ciudad.