Empezó a ejercer en Madrid, en la calle Ballesta, cerca de la Gran Vía, con dieciocho años.
Era común verla en frente del Gran Teatro del Liceo y de El Raval,[5] barrio en el que vivió durante décadas y en el que se hizo conocida por su apariencia avenida, por usar abundante maquillaje y por lucir una corona de plástico, lo que le valió el apodo de «Reina del Raval».
[1] En 2008 se estrenó un documental sobre ella, dirigido por Francesc Betriu y titulado Mónica del Raval, que hizo crecer su renombre.
[7] En 2018, sufrió complicaciones de salud por las que estuvo meses hospitalizada, pero se mantuvo estable.
En la actualidad se le reivindica como icono de la contracultura, el inconformismo y el movimiento LGBT,[7] así como por una parte del feminismo.