Sin embargo, estando Lisandro Moreno como aprendiz en un aserradero, este perdió una falange como causa de un accidente, razón por la cual abandona el oficio.
Lisandro Moreno trabajaba sobre los cuerpos enfermos de los pacientes, realizando moldes en yeso, así como también sobre cadáveres.
Con el tiempo fue desarrollando la técnica a través de los diferentes ensayos, por los cuales en un inicio le pagaban 5 pesos.
Sus obras fueron exhibidas por toda Latinoamérica, y estando en Venezuela, el gobierno ofreció comprar algunas de ellas, en especial la Cámara Mortuoria del Libertador.
Lisandro Moreno no aceptó, argumentando que estas obras pertenecían a Colombia.
Más allá de los beneficios en la práctica clínica que esta pudo haber aportado, se resalta su valor histórico, cultural y artístico.
Las piezas están hechas a escala natural, cuando en la misma época, en el resto del mundo, se hacían al 75%.
Las ceras representan con gran realismo diversas patologías dermatológicas, pues su función era entrenar a los futuros médicos en el reconocimiento de estas enfermedades.