Otras represalias contra las zonas rebeldes fueron llevadas a cabo por el general Peter Panin.
Los acontecimientos han generado muchas historias en la leyenda y la literatura, sobre todo la novela histórica de Pushkin La hija del capitán (1836).
Hubo desastres naturales en Rusia durante el siglo XVIII, que también agregaron tensión a los campesinos.
Es importante destacar que no prometió una completa libertad de impuestos y reclutamiento para los campesinos; solamente concedió un alivio temporal.
Los sacerdotes también fueron instruidos para leer los manifiestos de Pugachov durante la misa y cantar oraciones a la salud del Gran Emperador Pedro III.
[12] Cada grupo de personas tenía problemas con el estado, en los que Pugachov se centró para conseguir su apoyo.
Estos colonos depositaron sus esperanzas en el líder providencial que prometió restaurar su antigua función y estatus.
La mayoría de sus miembros eran Viejos creyentes que se habían establecido en el río Iaik.
Consideraban que su relación con el gobernante era especial y personal, basada en sus obligaciones de servicio voluntario.
A cambio, esperaban que el zar protegiera su religión, su organización social tradicional y su autonomía administrativa.
Estos propietarios privados se erigieron como una barrera entre los trabajadores y el gobierno; inhibieron los llamamientos al Estado para mejorar las condiciones.
Este declive afectó más a los trabajadores porque no tenían otro lugar donde ir o ninguna otra habilidad para comercializar.
En general, las fábricas apoyaron a Pugachov, algunas voluntariamente continuaron produciendo artillería y municiones para los rebeldes.
Su mayor victoria llegó con la toma de Kazán, para entonces su territorio capturado se extendía desde el Volga hasta los montes Urales.
Aunque fue vencido tres veces en Kazán por las tropas zaristas, Pugachov escapó por el Volga, y reunió nuevas fuerzas mientras bajaba por la orilla oeste del río capturando las principales ciudades.
Estos grupos indígenas constituían una porción comparativamente pequeña de los que se rebelaron, pero su papel no puede ser subestimado.
Durante el levantamiento de Pugachov, estos nativos respondieron asesinando a miembros del clero ortodoxo.
[19] Los tártaros —de la cuenca del Volga y Kama— eran los grupos indígenas con la estructura política más compleja.
Estaban más estrechamente asociados con la cultura rusa porque habían vivido dentro de las fronteras del Imperio desde el siglo XVI.
Los baskires eran pastores nómadas, enojados por los colonos rusos recién llegados que amenazaban su forma de vida.
Nur-Alit entabló conversaciones tanto con las fuerzas de Pugachov como con las zaristas, ayudándose mutuamente solamente cuando le resultaba ventajoso.
Ayudaron a ambas partes en el conflicto, pero no de una manera que cambiara los resultados.
Muchos combatientes desertaron, incluyendo un general que abandonó la batalla y se llevó a toda su unidad con él.
[29] Los seguidores de Pugachov estaban particularmente asustados por los aparentes cambios económicos y sociales.
Deseaban recuperar los viejos ideales de servicio y comunidad en una jerarquía ordenada por Dios.
Catalina pensó que las exhortaciones para abandonarlo excitarían la antipatía popular por su causa y provocarían divisiones en las filas rebeldes.
Sus pronunciamientos impresos fueron ampliamente distribuidos en las áreas turbulentas; fueron leídos en las plazas públicas y desde los púlpitos de las parroquias.
[34] La propia Catalina reconoció esta valoración, como dijo: «Considero que la débil conducta de los funcionarios civiles y militares en varias localidades es tan perjudicial para el bienestar público como Pugachev y la chusma que ha reunido».
Quedaron débilmente controladas y, en consecuencia, susceptibles a los brotes de violencia campesina.
La revuelta se produjo en un momento delicado para el gobierno ruso porque muchos de sus soldados y generales ya estaban enfrascados en una difícil guerra en las fronteras meridionales con la Turquía otomana.