Luego de tomada la fotografía el niño Leoncio la “malogró”: había dibujado sobre su cabeza con un alfiler, un escudo nacional del Perú.
El Perú no disponía de una fuerza naval lo suficientemente potente como para enfrentarse a los buques españoles y los nuevos barcos encargados tardarían aún mucho en llegar.
En Chiloé se reunieron con las naves chilenas Covadonga y Esmeralda, aunque la Amazonas no pudo llegar a su destino al naufragar en los canales chilotes.
La flota aliada queda anclada en el apostadero de la isla Abtao al mando del contralmirante chileno Juan Williams Rebolledo.
Haciendo su trabajo Leoncio Prado, se perdió en la enmarañada selva, vagando por ella durante varios días, tratando de encontrar el rumbo.
En 1874, partió para Cuba, acompañado por su hermano Justo y su medio-hermano paterno Grocio que se alistaron también en el ejército libertador.
En el presente caso, como en los demás de igual naturaleza, tengo que sujetarme a las reglas y prácticas establecidas en nuestra joven República.
Dos meses después de esta carta, el teniente Coronel Pío Rosado, recibió, en Nueva York, la siguiente comunicación oficial:
Con este pensamiento, escrito en una de sus cartas, Leoncio Prado no podía amilanarse ante la negativa del gobierno cubano para poner en práctica su plan.
Los últimos en partir fueron Leoncio Prado, Manuel Morey y Domingo Vélez, para reunirse nuevamente en Puerto Plata, República Dominicana.
Apresuradamente hizo guardar en el equipaje doce machetes y ordenó que sus pocos compañeros se armaran con revólveres, tomando pasajes escalonadamente a fin de no despertar sospechas.
En el momento oportuno, Leoncio Prado, seguido por Vélez, apareció en la puerta del comedor y con voz fuerte dijo: Capitán Cacho Leonardo José Cacho Ceballos, Suances 1828-1876), en nombre de la República de Cuba que se halla en guerra con España lo hago a usted mi prisionero y le demando me rinda el vapor.
Inmediatamente, Leoncio Prado y su nave, hacen rumbo a Laguna Catarazca escapando de los españoles en donde decidió esperar los acontecimientos.
Prado y Morey hacen volar el “Céspedes” prendiendo fuego a la santabárbara de la nave, lo que produce una terrible explosión.
El “Jorge Juan” que se acerca cautelosamente al buque incendiado, comprueba la “completa destrucción del corsario y su gente”.
Encontráronse en la extensa costa de los mosquitos entre espesos manglares, sin caminos, andando al acaso entre el fango, finalmente decidieron hacer rumbo al oeste, en esta deplorable situación, anduvieron mucho, hasta que el territorio se hizo escabroso, entonces sufrieron nuevas penalidades, pues como estaban descalzos por haber perdido los zapatos, la marcha fue penoso.
Finalmente encontraron la choza de un indio, éste les dispensó los auxilios que su miserable estado le permitía y allí se repusieron un tanto, continuando luego su penosa marcha.
Salvado del naufragio, recorre Europa, ocultando su nombre, porque ya por esa época se le perseguía sin piedad, sobre todo España, por sus ideas libertarias.
Nuevamente prepara otra expedición para la independencia de las Filipinas, cuando se entera del posible conflicto entre Perú y Chile.
Al respecto, escribía Leoncio Prado: "Mis hermanos deben llegar a ésta el 12 del corriente (septiembre) y como es natural a mí me toca definir sus respectivas situaciones colocándolos del mejor modo posible...Han llegado sin novedad, Antonio (Manuel Antonio Prado) ha sacado para ellos los despachos de capitanes y marchan al frente".
Pero, finalmente, considerando que prisionero era nula su contribución a la causa de la resistencia, fingió aceptar la propuesta, quedando en libertad.
Bajan hasta Palpa y de allí por las alturas llegan a Sayán desde donde asedia Huacho, que estaba ocupado por un destacamento enemigo.
Al respecto escribía: “A pesar de muchos tropiezos, cada día voy mejor; pues ya cuento con trescientos hombres bien armados.
El general Andrés Avelino Cáceres, se había replegado al norte del Perú, donde esperaba le fuera más propicia la campaña.
Los chilenos sorprendidos, apenas tuvieron tiempo para retirarse del cerro Sazón, posición inexpugnable que de antemano tenían preparada.
Pero ya en la madrugada del día 10, un sector, hasta el que no había llegado la orden de aplazamiento, rompió los fuegos, comprometiendo a todas las líneas.
Al anochecer, ya no fue posible continuar con el herido, de modo que sus soldados lo depositaron en una cueva inmediata a la laguna Cushuro.
Pocos instantes después le hablan así con voz entera: “Avance Usted sin cuidado, que estoy herido; yo soy el coronel Leoncio Prado.
Según el oficial Fuenzalida, Leoncio Prado dijo que realmente había dado su palabra cuando fue prisionero en junio de 1880 en Tarata, sin embargo "me he batido después muchas veces; defendiendo al Perú y soporto sencillamente las consecuencias.
En los primeros años del siglo XX, en 1933, se entrevistó a dos residentes de Huamachuco, que por su edad, debieron estar presentes en la ciudad, aquel día.