Lavanderías de la Magdalena en Irlanda

Las mujeres allí «albergadas», esencialmente madres solteras, mujeres consideradas no aptas para la sociedad, eran obligadas a trabajar sin remuneración en condiciones abyectas y bajo la estricta supervisión de monjas durante meses o años, a veces incluso de por vida.

[1]​[2]​ Tales trabajos de «redención» incluían hacer encajes, costuras o lavar ropa.

Era una institución administrada por la Iglesia de Irlanda, y aceptaba solamente a mujeres protestantes.

[6]​ Los asilos de las Magdalenas administrados por órdenes católicas fueron los que sobrevivieron por más tiempo.

Acerca de las lavanderías, James Smith afirma que la «versión irlandesa tomó un carácter distinto».

[7]​ A las internas se les exigía trabajar, principalmente en lavanderías, en tanto que las instalaciones eran autosostenibles.

Instituciones similares eran administradas por católicos en Ormeau Road y por presbiterianos en Whitehall Parade.

Raftery anotó que las instituciones no estaban cumpliendo con su supuesto objetivo: «las instituciones tuvieron poco impacto en la prostitución durante este periodo», y aun así seguían multiplicándose y expandiéndose debido a la mano de obra gratuita que las hacía autosuficientes.

Afirmó, además, que esta definición nueva tuvo como resultado aún más sufrimiento, «especialmente entre aquellas en creciente número que no eran prostitutas sino madres solteras—obligadas a entregar tanto a sus bebés como sus vidas».

Las mujeres eran estigmatizadas como madres y criminales si llegaban a tener un hijo solteras.

[16]​ Muchas instituciones religiosas crearon aún más lavanderías irlandesas, reformatorios y escuelas industriales, a veces todos juntos en el mismo terreno, con el objetivo de «salvar las almas, principalmente las de mujeres y niños».

A la vez que esta expansión tenía lugar y estas lavanderías se hacían una parte de una gran red de instituciones, el tratamiento hacia las chicas se hacía cada vez más violento y abusivo.

Para aplicar el orden y mantener una atmósfera monástica, las internas eran obligadas a observar un estricto silencio durante gran parte del día.

A medida que el fenómeno se hacía más extendido, se esparció más allá de la prostitución hasta abarcar a delincuentes insignificantes, huérfanas, mujeres con discapacidades intelectuales y jóvenes que habían sufrido maltrato.

Desaparecieron con los cambios en los valores sexuales —o, como sugiere Finnegan, cuando dejaron para ser rentables: «Posiblemente el advenimiento de la lavadora ha sido tan instrumental en cerrar estas lavanderías como lo ha sido el cambio de actitudes».

[23]​ Sin embargo, esto lo contradicie el Informe McAleese de 2013, el cual abordó específicamente el asunto del beneficio económico: «Una idea común ha sido que las lavanderías eran altamente rentables».

«No tenemos historia oficial sobre el asilo de la Magdalena en la Irlanda del siglo XX», escribió Smith.

Las Hermanas lograron hacer cremar los restos y volver a sepultarlos en otra fosa común en el Cementerio de Glasnevin, dividiendo el costo del nuevo entierro con la constructora que había comprado el terreno.

[3]​[31]​[32]​[33]​ Aunque inicialmente no se reportó, esto finalmente desencadenó un escándalo público, trayendo una atención sin precedentes a las reservadas instituciones.

En 1999, las antiguas internas del asilo Mary Norris, Josephine McCarthy y Mary-Jo McDonagh dieron declaraciones sobre cómo había sido su tratamiento.

[36]​ Esto lo reveló Steven O' Riordan, un joven cineasta irlandés quien dirigió y produjo un documental, The Forgotten Maggies (Las Magdalenas Olvidadas).

[37]​ Es el único documental hecho en Irlanda acerca de este tema y tuvo su premier en el Galway Flim Fleadh en 2009.

[43]​[44]​[45]​[46]​[47]​[48]​[49]​ El informe encontró que más de 11,000 mujeres habían ingresado a las lavanderías desde 1922.

Describieron el cubrimiento en los medios de comunicación irlandesa del abuso en las lavanderías (en el cual afirmaron no haber participado), como «un foro anti-católico unilateral».

Al escuchar la entrevista, un grupo de supervivientes anunció a la prensa que estaban «impresionadas, horrorizadas y enormemente molestas» por cómo las religiosas habían descrito los acontecimientos.

[57]​ En 1955, mientras aún ocurría el abuso a las internas, el escritor inglés Halliday Sutherland visitaba Irlanda para recopilar material para su libro Irish Journey.

Cuando solicitó permiso para visitar el asilo de Galway, Michael Browne, el obispo local, a regañadientes le concedió el acceso sólo a condición de que permitiera que su narración fuera censurada por la Madre Superiora.

Lavandería de la Magdalena en Irlanda, alrededor de comienzos del siglo XX .
La silla Magdalena en el Green Park, Dublinde St. Stephen, Dublín. La placa traduce: «A las mujeres que trabajaron en las instituciones de lavandería de la Magdalena y a los niños nacidos de algunas miembros de esas comunidades - reflexionen aquí sobre sus vidas».