Juegos Olímpicos de Berlín 1936

En este contexto, ciertas organizaciones y movimientos judíos, tanto marxistas como contrarios al régimen nazi, presionaban por la realización de un boicot internacional a los Juegos Olímpicos nazis.

Estados Unidos tenía mucha fuerza en este sentido, debido a la importante e influyente comunidad judía residente en el país norteamericano.

Brundage llegó a defender posturas un tanto controvertidas para justificar su decisión, manteniendo que el deporte debía desentenderse del conflicto entre judíos y alemanes, o incluso afirmando que detrás del boicot a los Juegos Olímpicos existía una conspiración judeo-comunista.

La adhesión del gobierno norteamericano fue decisiva para que finalmente aceptasen participar el resto de países dubitativos con respecto a las olimpiadas[3]​.

Sin embargo, cabe destacar que algunos atletas judíos del equipo olímpico de Palestina decidieron, debido a su ideología política cercana a la izquierda, quedarse en territorio español y enrolarse en el bando republicano para combatir al fascismo[4]​.

Estos personas fueron Lewald y Carl Diem, que fueron acusados por la propaganda nazi de ser demasiado benévolos con los judíos.

Finalmente, Hitler aceptó las normas impuestas por el COI, ya que corría el riesgo de perder la candidatura[3]​.

El nuevo régimen alemán se enfrentaba a otro problema manifestado por la contradicción que suponía la realización de un evento deportivo que era de tradición anglosajona y se fundamentaba en fines democráticos y pedagógicos basados en la fraternidad entre distintos pueblos.

Esto iba claramente en contra de la idea del Volksgeneinschaft promovida por los nazis, que se basaba en la etnia y la exclusión las razas consideradas inferiores o degeneradas.

Pretendían organizar los mejores Juegos Olímpicos, para lo cual no deberían escatimar recursos económicos ni propagandísticos.

Por lo tanto, no estaban interesados en mostrar actitudes racistas ni discriminatorias que dieran a sus países oponentes razones de peso para no asistir a unos Juegos Olímpicos que jugaban en favor de Alemania.

Asimismo, Goebbels intentó captar la expectación internacional hacia las Olimpiadas con el objetivo de atraer turistas y divisas extranjeras a la “renacida” Alemania.

Además, se intentó generar expectación interna entre la población alemana mediante camiones con exposiciones sobre los Juegos que recorrían el país[3]​.

Así, el Estado alemán podría demostrar su capacidad organizativa y económica para llevar a cabo este evento deportivo[3]​.

En realidad, la Alemania Nazi, logró recoger más medallas que los demás países y Hitler se mostró satisfecho con el resultado.

Sin embargo, su producción estuvo claramente influenciada por los objetivos propagandísticos del Tercer Reich, lo que genera hasta hoy discusiones sobre si debe considerarse una obra de arte innovadora o un instrumento propagandístico al servicio de la ideología nazi.

Sin embargo, a nivel nacional, se enfocó en ensalzar la juventud alemana, reforzando la idea de una superioridad física, moral y militar.

Además, la afinidad de la cámara hacia Hitler y los ovacionados atletas germanos puede ocultar objetivos propagandísticos.

[17]​ Los siguientes países participaron en los juegos: Afganistán, Alemania, Argentina, Australia, Austria, Bélgica, Bermudas, Bolivia, Brasil, Bulgaria, Canadá, Checoslovaquia, Chile, China, Colombia, Costa Rica, Dinamarca, Egipto, Estados Unidos, Estonia, Filipinas, Finlandia, Francia, Grecia, Hungría, Islandia, India, Italia, Japón, Letonia, Liechtenstein, Luxemburgo, Malta, México, Mónaco, Noruega, Nueva Zelanda, Países Bajos, Perú, Polonia, Portugal, Reino Unido, Rumania, Sudáfrica, Suecia, Suiza, Turquía, Uruguay y Yugoslavia.

Vista aérea del estadio.
Vista durante la ceremonia de clausura.
Países participantes (en azul, los debutantes).
Una medalla de oro