Diem estaba convencido de los beneficios que podía ejercer el deporte internacional sobre la alianza entre naciones.
Más tarde, junto con Theodor Lewald (presidente del COA) llevó a cabo los preparativos para los juegos de Berlín que finalmente no pudieron realizarse debido al estallido de la Primera Guerra Mundial, en la cual Diem participó y resultó herido.
En este viaje conoció a Avery Brundage, un funcionario olímpico estadounidense que jugaría un papel importante en los JJ.
Desde entonces, en todos los Juegos posteriores se ha llevado a cabo la ceremonia de la antorcha, con un desarrollo casi idéntico al inicial.
Estos hicieron exactamente lo que Diem les dijo, pero aun así Berlín cayó pocas semanas después.
Si hay algo que se le reprocha a la figura de Diem, es su proximidad al movimiento nazi, instaurado en 1933.
Según Diem, en un momento concreto el hombre superó las acciones necesarias únicamente para su existencia y dio paso al “juego”.
Diem considera que este misterio de los movimientos y juegos cultuales sigue aún presente en el deporte.
Diem afirma que los hombres primitivos y protohistóricos se representaban a los dioses como seres “llenos del gusto por el ejercicio físico”.
En este apartado expone la teoría de los 3 niveles humanos (idea que compartía con Ortega y Gasset).
Para concluir Diem afirma que “la idea cultual de todas estas fiestas deportivas pueden resumirse en una única fórmula: estaban dedicadas a la eterna juventud”.
Para demostrarlo, Diem hace referencia al fuego perpetuo que ardía en los lugares cultuales de los Juegos Olímpicos.